lunes, 3 de febrero de 2014

Santo Entierro.

Poco a poco se congregan los curiosos
una ingente  y ansiosa masa humana
por las calles del barrio de las luces
tan solo baja gente hacia la iglesia,
a la concatedral que nos congrega.

Murmullos.

De los Oficios, y muchos de sus casas,
algunos han venido de otros pueblos...
cada vez se reunén más foráneos
y aunque el momento es nuestro
ni un extraño
se ve mal acogido.

Ferrolanos.

Penitentes de negro terciopelo,
llevan oscuros trajes y capuces,
uno prueba las luces de las velas
y otro abraza a una joven ¿Hija, novia?
el San Juan, la Dolores y los símbolos
Servitas van llegando en un goteo
paulatino, sereno e incesante.

Oscuro cielo.

El sonido de voces, los saludos,
retornados de siempre, residentes.
Se oyen golpes de abrazos y la gente
comenta como siempre
"ahora no llueve,
veremos si la suerte hoy acompaña
y este año sí sale el Santo Entierro."

Uniformes de gala, militares,
policía, curiosos, dirigentes,
unos guardias civiles de domingo...

Silencio.

Van llegando los músicos y el cura
finaliza la Misa y el momento
ha llegado y la gente se da cuenta:
han pasado las cinco y Dios ha muerto.
Se acallan los tambores y las calles
cual ríos desembocan en el atrio.
San Julián está lleno de curiosos,
de devotos, fotógrafos caseros,
folclóricos, turistas, capuchones,
mayordomos y novias.

                                                       Portadores.

El momento ha llegado y el silencio
se adueña de la plaza. Hasta los cedros
que ocultan el mercado
están más quietos.
Se escuchan los compases
de instrumentos de viento
y sus broncíneas notas van llenando
el solemne momento y sobrecogen
a los que tienen Fe y a los ateos.

El Cristo, el ecce homo, yace inerme
ha vencido al perder, esa es la magia:
que nadie lo cuestione, y en la esquina
en que el mar y la tierra se confunden
varias miles de almas recogidas
musitan padrenuestros por lo bajo
quiza sobrecogidas por ausencias
de aquellosque pasaron a otra vida.

Y la urna, los tronos y la banda.
Se alejan lentamente calle abajo
sin aparente esfuerzo, y el trabajo
de tantos esforzados no valoran
los mirones que empiezan a marcharse:
El programa ahora anuncia otra parada
y deben irse ya por no perderse
el paso de otro trono en otro sitio.

Los orantes no juzgan estos hechos
tan solo con su pena van purgando
y con su sambenito caminando
a Dios muerto felices van velando.

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