martes, 4 de febrero de 2014

Las Pepitas.

Aunque todavía no toca que se celebre la tradicional fiesta que da nombre a esta entrada voy a contaros algo de mi tierra que no es muy conocido y que, por su unicidad, es digno de que se mencione en este blog. Bueno, y por si queréis ir reservando habitación en algún hotel.

A finales del Siglo XIX, no tengo muy claro cuando pero antes de la pérdida de Cuba, empezó en Ferrol esta tradición que tiene una clara ligazón con las habaneras. Consistía en su origen en que los hombres rondaban a las "Pepas" por las calles con instrumentos musicales y canciones. Supongo que en aquella época debía ser un nombre muy común, porque la tradición se fue extendiendo de tal manera que se ha celebrado de forma ininterrumpida desde 1903.

Actualmente es algo más historiado y las rondallas atesoran cierta calidad musical, alternando en sus interpretaciones canciones propias y versiones, pero ya con bastantes instrumentos y con un vestir más uniforme que recuerda claramente al de la tuna. Claro que en realidad rondar es lo que se supone que hacen los tunos, pero ésto ya es otra cosa.

Para empezar las Rondallas ferrolanas no están compuestas por estudiantes, si no que se mezclan personas de generaciones distintas; a mí no me deja de admirar que en este mundo nuestro tan "de género", tan feminista, esta celebración no haya sido aun demonizada por los comunistas y por los socialistas. Es cierto que se ha galleguizado un poco y que las letras son muchas veces en gallego, pero ésto no debería impedir a foráneos asistir, porque lo realmente hermoso de la celebración es el ajetreo, el bullicio y el hecho de que la música no acabe hasta que sale el sol.

Las Pepitas tienen su propio dulce desde hace más de una década, los bicos, que es como se dice beso en gallego, y que son unos pasteles de chocolate en forma de corazón que se confeccionan en todas las pastelerías de la ciudad (¿Sabíais que en Ferrol hay unas pastelerías buenísimas?).
El proceso empieza por estas fechas cuando las rondallas (creo que ahora hay ocho) nombran a sus madrinas que, como representantes de la mujer ferrolana, son rondadas y agasajadas por sus ahijados. Este madrinazgo dura un año y a las madrinas se les homenajea e invita a todas las actuaciones de cada rondalla.

Hace unos años el Ayuntamiento de Ferrol decidió dar un impulso institucional a la fiesta y la víspera de San José (que es la noche que dicta la tradición) empezó a montar un escenario en el mismísimo centro del universo ferrolano: La plaza de Amboage, que es esa plaza de la que hablo tanto y que está permanentemente vigilada por don Ramón Pla y flanqueada por esa joya del modernismo que es el Tirso de Molina (de Ucha, como no) y por esa parte tan importante del alma de los ferrolanos como es la iglesia de Dolores, de donde parten algunas de las más bellas procesiones de nuestra no menos bella Semana Santa.

Y en esta misma plaza, donde se instalan grandes carpas para evitar los más que frecuentes mojamientos que sufrimos, empieza un incesante ir y venir de rondallas y curiosos. Y claro, aunque no te encanten las rondallas a casi todo el que ha vivido esa noche le llama la atención la cantidad de gente que hay en todos los bares, cafeterías y mesones de la ciudad; y no les sorprende menos que muchos de ellos salgan con sus guitarras y que empiecen a cantar boleros, habaneras, zambas o lo que se preste y, como buenos ferrolanos, que aclaren con vino sus gargantas.

El actual alcalde ha iniciado los trámites necesarios para que la noche de las Pepitas sea declarada de interés turístico gallego, lo que supondrá seguramente más ayudas y promoción, y yo creo que es más que de justicia hacerlo, porque las rondallas hace ya unos cuantos años transpasaron las fronteras municipales y se convirtieron en una fiesta de toda la comarca... y de algunos exiliados que celebran tan sentido homenaje a nuestras mujeres en Madrid con tanto fervor como si nunca hubieran dejado su patria chica.

Pero teniendo en cuenta que las ferrolanas están cansadas de que sus maridos salgan a la mar, de que emigren a buscar trabajo, de que viajen constantemente y de que tengan el carácter algo aguado tras los duros inviernos ártabros no se merecen menos que este día de homenaje.

A los que no conozcáis la fiesta os animo a disfrutarla, y tal vez con la música, el ribeiro y las tapas empecéis a querer Ferrol un poco. Y a mis convecinos sólo os animo a que la disfrutéis con optimismo y que recordéis que sólo con nuestro esfuerzo conseguiremos volver a ser lo que fuimos.

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