lunes, 10 de febrero de 2014

Potencias.

La verdad es que últimamente se habla mucho del turismo como motor económico, poniendo normalmente el foco en los ingresos directos que se consiguen con los visitantes sin hacer un estudio del todo serio de los indirectos y de los -permitirme que acuñe un término inexistente- intangibles.

Los directos están muy claros: El dinero que pasa directamente de manos de los visitantes a las empresas directamente relacionadas con el turismo; esto es cuando alguien va a un hotel o a un restaurante o paga por entrar en una atracción.

Los indirectos son más dificilmente cuantificables y ya hay que estudiar las variaciones de ingresos durante las épocas de mayor afluencia turística y compararlos con las de menos. Aquí se incluirían por ejemplo el incremento de ventas en alimentación o en comercios no relacionados directamente con el turismo que ven crecer sus ingresos gracias a la demanda generada por visitantes.

Los intangibles, siempre en mi opinión, tienen que ver con las llamadas sinergias que se crean debido a la existencia de turistas. En una zona con demanda creciente mejora la construcción, todo lo que tenga que ver con el paisaje, la agricultura en caso de que la limentación sea un objetivo de los visitantes, el medio natural, el urbano...

En la comarca de Ferrol y en las adyacentes el potencial turístico está francamente desaprovechado, estando varios de sus nichos prácticamente vírgenes. Por si acaso alguien con capacidad de variar esta inercia me lee paso a enumerar diferentes propuestas que podrían ser más que beneficiosas.

De los varios pazos de propiedad privada y los pocos de propiedad pública o colectiva prácticamente ninguno es visitable y casi ninguno es "encontrable"; este hecho quizá se deba a que nuestros diligentes han considerado históricamente que el mundo está lleno de pazos gallegos: El pazo do Monte, el de Marñán, el de Barracido, el de Montecelo... merecen que al menos se los vea por fuera.

Los monasterios y demás templos religiosos bien podían ser encuadrados en otra ruta que incluyera el de O Couto, Caaveiro, Monfero y las ermitas de Breamo, Chamorro, San Cristobal, Santa Olaia de Lubre, del cementerio de Serantes... ya no se trata sólo de los grandes templos de las ciudades, sino de pequeños templos que han ido formando un paraje en sus alrededores que merece la pena ser visitado... y reposado.

Los castillos de las distintas épocas: Moeche, Narahío, Andrade, San Felipe, La Palma, San Cristobal, San Carlos... hasta las baterías más modernas y sus ya muy deteriorados restos bien podían alimentar rutas, carreras populares, caminatas... o un miserable panel explicativo de sus porqués. No lo veremos en breve, de hecho ni siquiera hemos conseguido que se sepa lo que pasó en la batlla de Brión (sí, esa en que los ferrolanos le dieron pal pelo a catorce mil ingleses).

Con todo esto no quiero decir que se vayan a olvidar las iniciativas ya en marcha, de las que quizá la de los molinos de Esmelle es la que más responde a este concepto de que una cosa puede ser más o menos singular, pero que su repetición en un espacio pequeño siempre es una particularidad y en el mayor de los casos una riqueza.

Si cuando alguien llega a nuestra comarca se encuentra un cartel que le indique que las Fragas del Eume están ahí, y al entrar se encontrara con indicaciones a Caaveiro o Monfero, si al entrar en Ferrol se encontrara asimismo rutas indicadas y los monumentos cuanto menos explicados tal vez estaríamos hablando de que nuestros paisanos gallegos dejarían de juzgar la fealdad de Ferrol sin conocerla y que, con sus visitas, contribuyeran a la difusión de las muchas riquezas de una comarca que lleva poblada miles de años (no, qué voy a estar exagerando ¿Quien os creéis que hizo las mámoas o los castros? ¿Carlos III?)

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