domingo, 9 de febrero de 2014

Cositas buenas. Lo que no hay aquí.

O sí hay, quién sabe.

Cuando llegué a Canarias por primera vez lo hice decidido a probar lo más típico de allí y me llevé una decepción al comprobar que en Las Palmas el pulpo y los pimientos de padrón eran de lo más típico. Tuvo que pasar cierto tiempo hasta que descubriera una de sus joyas: Las lapas; sí, esos moluscos que pasan la vida pegados a una roca son una auténtica delicia si se las hace a la plancha con la carne hacia arriba y luego se las riega con mojo verde, que por otra parte no deja de ser ajo y perejil, o dicho de otra forma: nuestra salsa verde.

Andando mi periplo por las islas afortunadas me encontré que su bonito (albacora) lo cuecen en tomate y cebolla y lo sirven con patatas fritas y es de los platos más contundentes y sabrosos de las islas. También descubrí que con sus "garbanzas" y sus especias hacen una especie de fabada que se llama, como no, garbanzada... y que está que te mueres.

Descubrí también que en Alemania mezclan puré de patas con apio y cebollino y hacen unas croquetas deliciosas, y en Cádiz que cuando al puré de patatas natural lo mezclas con puré de ajo crudo y hierbas aromáticas frescas se convierte en algo mágico.

Un día tuve la suerte de descubrir que las ostras y las vieiras se pueden hacer empanadas y que sí después de empanarlas esperas un par de horas las vuelves a pasar por huevo y pan rallado el empanado guarda aun más el sabor de lo de dentro; también descubrí que mezclando especias secas con el pan rallado podías conseguir potenciar los sabores y realzar así lo de dentro.

Hace tiempo me di cuenta de que esos cangrejos inútiles eran una base increíble para una salsa friéndolos con un puerro y una zanahoria y pasándolos por un chino, y que no había por qué pensar que no sirven para nada.

En Viena aprendí que un bistec empanado es mucho más que un bistec empanado, y que puedes ir a un restaurante en que todos sus platos se llamen igual y salir encantado. Y también aprendí que en el mismo sitio se pueden tomar una docena de panes y que todos están igual de buenos.

También que eso que llamamos actinias se toma en todo el sur y que además de llamarse ortiguillas concentran un sabor entre el brécol y las vieiras que es difícilmente comparable.

En Irlanda tomé unas ostras con pimienta negra sobre unas tostadas de pan negro untadas con mantequilla y bebí para acompañarlas una cerveza más negra que el pan.

En Salamanca aprendí que el cochinillo puede comerse como si fuera pollo frito y en Guipúzcoa que la carne de buey tiene que esperar más de tres semanas para ser cocinada.

En Mexico me dieron unos pimientos regulares rellenos de queso regular empanados con pan regular y fritos en aceite regular... y estaban buenísimos (¿Que pasaría si hiciéramos pimientos del Couto rellenos de queso de Arzúa empanados con pan de Neda y fritos en aceite de oliva virgen extra?).

Un día me contaron que esa cosa tan rica que se toma en Asturias, los oricios, se extraen mayormente de la costa norte de Galicia, al igual que la mayoría de las manzanas que se usan para hacer sidra.

Un día me dijeron que los restaurantes más caros del mundo encargan las algas en Galicia por que tienen más sabor que en otros sitios,

Qué cierto es que con un par de viajes bien aprovechados se puede avanzar más que con muchos años trabajando en la dirección equivocada.

Espero que algún día alguien descubra que el marron glacé son castañas con azucar, que el foie mi cuit es hígado a medio cocer y que las cosas que pagamos tan caras muchas veces las tenemos al alcance de la mano. Ojalá que algún día nos demos cuenta de que somos más que capaces de estar en cualquier vanguardia y, sobre todo, en la de la cocina.

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