viernes, 21 de febrero de 2014

Mougá y el campo de golf.

Hace ya bastantes años decidí volver a Mougá a ver lo que se cocía en aquella zona en la que, tras pasar a manos municipales y clausurar el vertedero assí existente, se había emprendido una acción ambiental de gran calado que iba a "poner en valor" toda la zona, signifique esto lo que signifique.

Lo primero que me sorprendió al llegar fue que, entre los restos de baterías de artilería campaban a sus anchas restos de batería de cocina, es decir: Todavía era un poco vertedero. Pero mi segunda sorpresa fue mucho más grata: Al abrir la puerta del coche dos perdices orondas y macizas emprendieron el vuelo asustadas de mi intolerable presencia allí.

Un paseo por el recinto me confirmó que en el antiguo vertedero se habían emprendido ciertas acciones de esas que los que saben explican muy bien: Una malla asfáltica, una cubierta vegetal, canalización para lixiviados, escapes para los gases... todo muy técnico y muy hermoso, acompañado de la plantación de alisos o abedules o algo así. Insisto en que ésto fue hace años y no he tenido la oportunidad de volver.

Luego estaba lo de Reciclaterra, que era la bandera hacia una nueva concepción del mundo, en la que nos iban a enseñar -a nosotros y a nuestros hijos- a reciclar hasta las pestañas caídas: Un prodigio de la educación ambiental y el buen rollo que ampliaría las fronteras de la ciudad hasta por lo menos los anillos de Saturno.

Como cada uno vé lo que vé yo sólo era capaz de asombrarme por la cantidad de espacio desaprovechado, por la presencia de caballos semi-libres, por las vistas tanto al Norte como hacia el Oeste que añadían nuevas perspectivas a mi concepto de Ferrol.

Como me pasa tantas veces me emocioné y regresé un par de veces en un lapso bastante corto de tiempo, para indignación de las dos rubicundas perdices que volvieron a emprender el vuelo a mi llegada, aunque ya desde la segunda vez con cierta desgana. En mis sucesivas visitas comprobé que lo que se dice colas para entrar en Reciclaterra no había, además de que las instalaciones ya se estaban deteriorando. En mis paseos por la zona descubrí indicios de mamoas y comprobé la presencia de una fauna bastante más nutrida de lo que pudiera parecer dada la cercanía de Mougá a la ciudad.

Yo, que ya era tonto por aquel entonces entré en la página WEB del Ayuntamiento de Ferrol y le envié un e-mail al entonces concejal de turismo proponiéndole que sería un lugar magnífico para construir un campo de golf completo y ampliar así las instalaciones deportivas municipales, atrayendo además a los pudientes practicantes de este deporte y reservando espacio para otras actividades al aire libre.

Aunque no me respondió unos días después anunció que se iba a iniciar un estudio para instalar allí un mini-golf (¿?) que por supuesto nunca se llegó a construir.

Hoy en día creo que han construido una perrera para la mancomunidad de municipios de la Ría de Ferrol y me parece que el aula ambiental es visitada esporádicamente por colegios de la zona. Y como llevo sin ir desde entonces ignoro si aquella zona sigue siendo tan agreste, si los abedules han crecido, si se sigue disfrutando de tan magníficas vistas y si sigue habiendo caballos, conejos y perdices.

Y en esto está, tal vez, el problema de nuestra ciudad: Yo no digo que mi idea del campo de golf sea buena, pero sí sé que poco después se presentó un proyecto para construir uno en una instalación de Defensa sin desafectar, en una zona con la máxima protección ambiental y que, por supuesto, todo el mundo se echó encima de la propuesta y ni siquiera fue tenida en cuenta.

Vamos, que ojalá alguien con capacidad de decisión lea esto y piense que tal vez todas esas hectáreas improductivas en la cumbre de nuestra ciudad puedan ser utilizadas por alguien más que las dos perdices que, muy de vez en cuando, emprenden su vuelo molestas por las esporádicas visitas de escolares.

http://www.lavozdegalicia.es/ferrol/2010/02/19/0003_8304276.htm

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