miércoles, 12 de febrero de 2014

Fin (IV)

No me dejarán nunca de sorprender los recuerdos
que tenemos de aquellos que se fueron;
aquellas críticas a todas sus acciones
se convierten con el tiempo en alabanzas
independientemente de que no sea cierto
aquello que ensalzamos de los idos.

Y no ha de ser anhelo de ninguno
que digan tras la muerte que hemos sido
mejores que lo que hemos demostrado;
pues fuimos como fuimos, y no es malo
¿Quién sabe que tareas nos asignaron
cuando fuimos enviados a este mundo?

Pero es la transcendencia nuestra meta,
y así somos a través de nuestros hechos.
Sean letras, nuestros hijos o canciones,
poemas o pinturas u oraciones...
tendemos a creer que lo que hacemos
perdurará por siempre en nuestros deudos,
e ignoramos que ya nos hemos ido,
incluso antes de haber aquí llegado..

Y así es, somos fatuos, inconstantes,
de miles sólo pocos son llegados,
y queriendo llegar a ser de éstos,
de vilezas y anhelos nos llenamos
ignorando que el día en que esto se acabe
no nos va a recordar ni el que la tierra
eche encima de nuestra sepultura:
Y cualquiera que piense así lo sabe:
Esta vida es hermosa, pero dura.

Porque no somos dignos de llamarnos
siquiera dignos hijos de su padre
y queremos que el mundo nos recuerde
siendo fieras luchando por la presa
¿Querrá tal vez un perro que nos ladre
que recuerden sus torpes advertencias?
Pues ese es el humano: el que se pierde
en revueltos deseos y en ensalmos
de magias anheladas y en pendencias
tal vez irresolutas, siempre vanas
¿Y por qué no anhelamos sólo amarnos?

Porque al atardecer en el examen
las preguntas sabremos y veremos
de engañar al que venga a examinarnos
cuando sólo el amor es la respuesta
y nos fue revelada hace mil años
¿Y nos presentaremos como sabios?

No hay comentarios:

Publicar un comentario