viernes, 14 de febrero de 2014

Estaca de bares. El nuevo Bulli.

Vaya por delante que creo que Ferrán Adriá y José Andrés han hecho, al contrario que otros cocineros que se han dedicado con sus palabras o sus silencios a enarbolar banderas, mucho bien en lo que se refiere a la imagen de España. Y vaya también por delante que me encantaría ir al nuevo Bulli a dejar que me sorprendan con esos olores, sabores, mezclas y texturas que hasta ahora a nadie han dejado indiferente.

Y hasta aquí puedo leer, porque la verdad es que escribo sin saber de qué, dado mi total desconocimiento de los entresijos de esa nueva alta cocina. Pero no deja de ser curioso que un tipo no especialmente simpático ni locuaz se convirtiera en el estandarte de la nueva imagen de España hasta el punto de haber sido considerado el mayor genio creador de la actualidad y haber sido portada de prácticamente todos los medios internacionales.

Y resulta que además es una persona altruista e interesada en la mejora del entorno, lo que prueban sus fundaciones para la mejora de la comida hospitalaria o escolar.

Hace poco repusieron un especial en el que contaba que El Bulli hace tiempo que no daba ganancias, y que se financiaban con otros negocios que les permitían seguir cerrados ocho meses al año y sólo abrir unas cuantas noches de abril a septiembre.

Ahora vuelve con una escuela/fundación con la que pretende seguir innovando con el objetivo declarado de volver a los orígenes de la alimentación, a la sublimación de lo primario, a la descontextualización de olores, sabores, texturas o temperaturas.

Seguramente a Ferrán Adriá le debemos más de la mitad de los platos que tomamos actualmente en los restaurantes modernos, además de que sus alumnos cuentan las estrellas Michelín por decenas, lo que probablemente hará que sigan acudiendo aprendices en masa a ese bucólico rincón de la Costa Brava.

Y cuando lo escuché diciendo que a él lo que más le gustan son los huevos fritos, o cuando accedió a que lo entrevistará una revista de la Armada -donde hizo el servicio militar- a cuyos reporteros atendió con cariño y afabilidad empecé a pensar que, pese a todo, debe ser un buen tipo, por lo que no puedo más que desearle suerte en su nueva aventura culinaria a la que, desgraciadamente, tampoco podré permitirme visitar.

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