lunes, 6 de enero de 2014

Sal

Otra vez tu plegaria se congela
en el frío de lo real
y te das pena
pensando que mereces mejor suerte
de la que te ha tocado en esta guerra.

Español sin gobierno, descreído,
sin confianza hacia nadie,
rey perdido
de tu vida, tus cuartos y tus cuitas
pero sin gobernar tu casa en ruinas
¿Quién merece un castigo tan sonado
de no ser por buen rey mal gobernado?

De débiles promesas no fundadas,
de esperanzas vacías, huecas, hueras...
de incumplimiento eterno sin condena
ya estás harto,
y un día como el esparto estás ardiendo
y una suave llovizna
que te enfría, te calma levemente:
Tu confía...
Te susurra un poniente suave, tenue
en ese bello ocaso que conmueve
tus fibras más secretas.

Estás vivo, heredero de mil sangres,
un día saldrás de ésta, no te apures
que no hay mal que más de mil años dure
y tu eres fuerte y recio como Iberia
y ni nieves, ni soles desgarrados,
ni huracanes ni vientos despiadados
te van a hacer quebrar,
férreo soldado.

Un día te vas a erguir y daras cuenta
del enemigo interno que te asola;
tu mismo eres la paz y eres la guerra,
y el día que te des cuenta de tu fuerza
al toro picarás y con su sangre
la tierra será fértil y sus hijos
alzarán el mentón con un orgullo
que sólo puede dar el sentir tuyo
el esfuerzo, el sudor y los prolijos
trabajos realizados.

Lo que siembras
al fin recogerás
y alegre por los logros alcanzados
descansarás sentado frente a un lago,
rodeado de los tuyos y una copa
alzarás con tus manos arrugadas
y desde lo vivido por tus ojos
arrogante, orgulloso harás un brindis:
"Por nosotros",
un trago largo y húmedo
y completas
la frase a la que añades desafiante
"y más: por los que son como nosotros".

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