martes, 28 de enero de 2014

Estaca de bares. El Cholas.

Alejandro y Lili o viceversa, dos personas entrañables y cercanas, decidieron hace un años abandonar el pequeño recuncho que ocupaban en la calle del Sol para emprender una nueva aventura en el local que para los ferrolanos goza de las mejores vistas del mundo.

He hablado en varias ocasiones de Doniños y su pinar, pero no he especificado que en realidad Doniños tiene dos partes diferenciadas, que son Penencia y Outeiro. Penencia es la parte de la izquierda mirando al mar, la parte Sur de la playa, que está menos "humanizada" y que enmarca a la preciosa y casi virgen laguna costera. Outeiro es la parte de los miles de visitantes en verano, de los corredores en el pinar y de las vistas a Coruña los días claros.

Aunque ambas partes de la playa son dos joyas paisajísticamente hablando la parte del Norte tiene ese secreto a voces que hace las delicias de los visitantes que se animan a ir hasta allí y que tienen la paciencia suficiente para aguantar el hecho de que la carta sea sólo una referencia y que te atienda el dueño directamente, cobrándote -creo- según lo bien que le hayas caído.

Alejandro te puede ofrecer muchas cosas, pero creo que no puedes irte de allí sin probar sus tres tesoros más valiosos: El codillo al horno, las cocochas y los mejillones rellenos. Alejandro, además, fue viajante de vinos, por lo que suele tener referencias más que destacables, de las que siempre hay que preguntar por el precio.

Yo recomiendo no ir en fines de semana de verano con tardes de sol, porque puedes encontrarte con que no esté muy por la labor, con que se le haya acabado la mitad del género, con que tarde una hora en atenderte... pero si vas uno de esos días en los que, a modo de un Curro Romero de la hostelería, le ha venido el genio a visitar... entonces el sentido del gusto estará acompañado de esas vistas, del chillido de las gaviotas y del olor a mar.

Eso sí, en el Cholas no busques refinamientos no una propuesta homogénea: Harán lo que quieran y si quieren, y al que no le guste que ni siquiera se acerque, porque acabará impaciente, exasperado, nervioso o enfadado; por eso creo que lo mejor es sentarse en la terraza y dejar que todo fluya disfrutando de ese regalo que nos dio Dios a los ferrolanos para que, aunque sea de vez en cuando, podamos olvidarnos de la crisis, de los barcos y de los baches.

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