lunes, 27 de enero de 2014

El concurso de pintura.

Siempre he dicho que en Ferrol se pinta pese a las instituciones. Una ciudad que atesora a maestros reconocidos a nivel nacional no consiguió una facultad de Bellas Artes por que se fue a Pontevedra. No importa, en realidad hay muchas muestras de que con la pintura en Ferrol pasa como con la música y como con las setas... que brota.

Y claro, se me ocurre que si en Ferrol pinta tanta gente será porque hay algo en sus paisajes, en su luz o en sus contrastes que atrae a los que se dedican a los pinceles. A estos se les ha unido ahora una extensa tropa de fotógrafos que están haciéndome disfrutar -vía red- de perspectivas y encuadres inquietantemente hermosos a la vez que meritorios. Y todo esto sin ninguna escuela de fotografía tampoco. ¿Será el aburrimiento lo que nos hace escribir, pintar, fotografiar?

No lo creo, hay cosas que viven en un sitio y no se van, sensaciones y sentimientos que impulsan un inconsciente colectivo que hace que ciertas iniciativas cuajen en un sitio y no lo hagan en otro; quizá el más claro ejemplo es comparar la afluencia a las Meninas de Canido con la de la Oktoberfest, a la que en Coruña fueron miles de persona y en Ferrol creo que unas siete de las cuales dos se habían equivocado.

Creo llegado ya el momento de que las fuerzas municipales tomen la iniciativa y no se vean como siempre superadas por las iniciativas de otros. Como ya he contado se viene celebrando una subasta de arte a beneficio de Cáritas que, pese a que sólo cuenta con dos años de antigüedad ya ha alcanzado cierta notoriedad, a lo que sin duda ayuda que Ferrol, pese a su crisis permanente y su pequeño tamaño, siempre ha tenido muchos visitantes extranjeros gracias al puerto y la construcción naval.

Si el Ayuntamiento convocara un concurso bienal de pintura en la que cada edición tuviera una sola temática podríamos poco a poco conseguir lo que ya han conseguido la Semana Santa, el Concurso Internacional de Piano o el Constantino Bellón. Imaginémonos por un momento que de los cerca de cincuenta millones de euros de presupuesto anual se reservaran treinta mil para organizar y premiar un concurso de pintura en el que hubiera un premio del jurado y uno del público, para lo que se expondrían un número de obras finalistas que votarían los ciudadanos en el Torrente, por ejemplo.

Partamos de que se convoca este verano para dentro de dos y se pone como temática la candidatura para que la UNESCO reconozca como Patrimonio de la Humanidad el patrimonio industrial y defensivo de la Ilustración. Dos años en los que se anunciaría en todas las escuelas de Bellas Artes, asociaciones de pintura, medios de comunicación especializados y prensa en general.

Partamos de la base de que se elige un jurado con conocimientos y trayectoria en el mundo de la pintura en el que no haya representantes de la política y en el que se invita a un artista conocido al menos a nivel nacional.

Partamos de la base de que el público en general podría visitar la exposición y votar sus obras favoritas.

Partamos de que las obras galardonadas pasaran a formar parte del patrimonio municipal y fueran expuestas, por poner un ejemplo, en el Torrente Ballester.

Partamos de la base de que se involucra a todo el tejido escolar de la ciudad, desde las guarderías a la Universidad, y que se recaban ayudas provinciales y autonómicas o, mejor aun, de instituciones y empresas privadas como hoteles y establecimientos de restauración, empresas turísticas, empresas de transporte y alquiler de vehículos...

Partamos de una gran gala en el Jofre en el que las obras esperaran tapadas en el escenario a la emisión del fallo del concurso.

Partamos de que a todos los visitantes se les enseñan las Meninas (y se les invita a la siguiente edición) y se les habla de la subasta benéfica de arte (y también se les invita a participar).

Tal vez nos encontraríamos con un pequeño Montmartre en que pintores más o menos ajenos a los grandes circuitos de pintura aprovechan las tardes lluviosas para plasmar en sus lienzos la ya añorada luz del sol tras una semana de gris plomo en sus retinas.

Porque al final el arte es el anhelo de lo bello, y ese sea quizá el motivo de que en Ferrol, esa esquina de grises y lluvias, tanta gente intente dotar de intemporalidad una roja y otoñal puesta de sol, un rayo de luz entre las hojas de un roble, o el reflejo de un arco iris en las aguas de la Ría. Ojalá que un día lo veamos.

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