miércoles, 27 de noviembre de 2013

Poesía

Describir una puesta del sol con su mero silencio es una ardua labor.
Sin embargo el poeta osa hacerlo
poniendo en un lienzo su negro color.

¿Quién los cárdenos brillos describe
de bellos ocasos bañados de sol?
Ni siquiera llegamos a hacerlo
entre tantas letras que el mundo vertió.

¿Cómo puede una torpe poesía
siquiera atreverse a nombrar el amor?
¿Cómo puede pintar los matices de luces y sombras
que nadie logró?

Sin embargo las musas te inspiran y a veces intentas hacer lo mejor,
y aunque torpe lo buscas inquieto
y sigues callado tu dura labor.

¿Cómo puedo, pues, ser tan osado
si nadie me ha dado una bula papal
y, consciente de que es un pecado,
las cosa hermosas tratarlas tan mal?

Porque intento es, al fin, el humano,
proyecto inconcluso en espera de un fin,
y emulamos al mundo sin maña
queriendo igualarnos al Principio y Fin.

Desistamos entonces soberbios
y cuando queramos al mundo mostrar
un ocaso, un beso o un cielo estrellado
Dejemos la pluma y las hojas a un lado
y abramos los ojos que quieran soñar,
que las cosas vivas son siempre mejores
que lo que un poeta nos pueda contar.

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