sábado, 26 de octubre de 2013

Soldado

Ya ha recogido todo y se sienta en una roca. Ni siquiera ha salido el sol, aunque por levante empieza a clarear. Sus compañeros empiezan a ponerse en marcha, entumecidos, cansados... ¿Qué prisa tienen? ¡Todavía hay tiempo! Pero apaga su cigarro contra el suelo y lo entierra con la bota, instintivamente. Se pone el equipo y siente su peso a la espalda, el peso de todos y cada uno; él lo lleva impulsado por la promesa que hizo un día. Se lo explicó su capitán hace mucho tiempo ya: Primero darás lo mejor de ti, tu esfuerzo, tu sacrificio, tu dedicación; después darás lo peor, llegado el caso sacarás tu rabia y tu ira. Entonces no tendrás nada, porque todo lo habrás dado. En ese momento es posible que tengas que dar lo único que no es tuyo: Tu vida. En columna, cansado, silencioso, con los pies llenos de ampollas y las piernas cansadas y los hombros doloridos, con frío y hambre, sin tiempo más que para sacar de tus bronquios el polvo del camino con lo poco que queda en tu cantimplora, seguirás, soldado, paso a paso el camino que con el corazón has elegido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario