sábado, 19 de octubre de 2013

Nordés

Responder con premura las preguntas;
así es la sociedad impacientada
que ha desdeñado el plácido devenir del tiempo
intranquila, apurada.

Ya no nos queda tiempo.
Hemos querido consumirlo agarrados, asidos a lo eléctrico.
No tenemos claro para que sirve nada,
pero lo anhelamos firmemente.

¿Qué son todas esa siglas y anglicismos
que nos llenan la mente?
Inventaron cartas inmediatas: Pues benditas sean,
pero ¿Qué necesidad de decir cosas
nos aterra cuando nos despojamos
del infernal artículo de saldo
con sus luces, botones y sistemas?

Me he sentado a la orilla de un río
sí, lo sé: otra vez me he sentado a la orilla de un río.
Esta vez no he mirado sus aguas.
He intentado seguir a un acuático insecto que posaba sus patas en ella.
No he mirado los rayos que cruzan el bosque,
no he mirado el reflejo verdoso,
no he escuchado al murmullo armonioso del baile tranquilo del viento y las hojas...

He dormido a los ruidos y estruendos,
he acallado los gritos, motores, rugidos, insultos y radios, pitadas, ladridos
he escuchado a mi mente.
Y no dijo nada.

Yo no sé si será bueno estar tan lejos de mí,
ni si es bueno estar lejos de ti.

¿Pero realmente importa dónde estamos cuando al sueño nuestro espíritu despierta?
Sinceramente: La vida son dos días de crepúsculo,
pues del amanecer ¿Quién se da cuenta?

El día que yo falte quedarán mis letras, ya gastadas y romas, sin aristas...
y tal vez sin un alma que las lea,
pero eso no me importa:

Serán letras.

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