lunes, 14 de octubre de 2013

¿Están cambiando las cosas?

Es una pregunta que no pretende ser retórica, y que no pretende hablar de la crisis económica, o al menos no exclusivamente. De un tiempo a esta parte están cayendo tabúes constantemente, y tras el ruido mediático inicial la gente suele mostrarse de acuerdo con las declaraciones que al principio se calificaban de polémicas o, al menos, de altisonantes. Lo hemos visto con la política, el nacionalismo, los controladores, la educación, la sanidad, los fármacos, las pensiones, los sindicatos, el cine español e incluso el Papa que conn casi todas sus intervenciones hace temblar conciencias aun más dormidas que el alma manriqueña. Las redes sociales no se han convertido exactamente en un altavoz de la opinión de la calle, pero si han sustituido como vector de información a la prensa tradicional; ojo, no digo que completamente, pero sí que complementan la información. La tradicional tolerancia con el nacionalismo en España, o el habitual silencio de la derecha tradicionalista también están cambiando en lo que al tratamiento recibido se refiere. La televisión, antes plagada de desconexiones territoriales a mayor loa del territorio en cuestión (cosa que siempre me pareció bastante absurda) se van plagando de programas que hablan de España, de solidaridad, de emprendedores, de gastronomía, de viajes... bueno, en general parece que la telebasura remite y los servicios públicos apuestan cada día más por la calidad. Las productoras de televisión están empezando a darse cuenta de que las series españolas no tienen que hablar necesariamente de lo malo que era Franco y de lo diabólicos que eran los curas, y se nota un salto de calidad en la producción en series como Aguila Roja o Isabel, bueno, en Cuéntame y en Amar en tiempos... ya se notaba un cuidado distinto en vestuarios, exteriores, ambientación o efectos. Con todo esto quiero decir que los españolitos somos muy dados al calentón, es cierto, pero no somos tan cretinos como podría pensar la gente. Yo creo que los políticos están empezando, timidamente aun, a intentar conectar con la ciudadanía; creo que la prensa es cada día más consciente de su parte de responsabilidad; creo que la no convocatoria de plazas de funcionariado está haciendo que la gente espabile... y creo que nuestros cocineros, deportistas, actores, pero también médicos, ingenieros, etc. están empezando a sobresalir como corresponde a una población con un carácter tan abierto y emprendedor como el nuestro, tan apasionado que nos hizo recorrer el mundo entero dejando una profunda huella en todos aquellos rincones donde pusimos el pie. La prueba de ello es que los paises que integraban el Reino de España (que no colonias) son hispanohablantes y de religión católica. ¿Será por fin posible el sueño de la Pepa? ¿Podremos los ciudadanos, que no los dirigentes, decidir qué es lo que queremos ser? ¿Nos sacudiremos la modorra a la que nos han ido llevando a fuerza de adocenarnos? Yo confío en que sí, que pronto nos daremos cuenta de que nadie es menos que nadie, y de que ningún país -tampoco España- tiene que sentirse acomplejada por los logros de Francia, Inglaterra, Alemania o Estados Unidos. Al fin y al cabo, un día fuimos el imperio más grande que ha existido. Y seguramente el más justo. Le pese a quien le pese.

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