jueves, 8 de agosto de 2013

Paseando Ferrol. la Magdalena.

Bienvenido de nuevo, viajero ¿Ya estás por aquí otra vez? Me parece recordar que te dejé en Ferrol Vello ¿Has dormido en el Parador? Bien, entonces ya habrás visto la Orden Tercera de San Francisco y Capitanía General. De la primera se puede decir que es un edificio del Siglo XVIII con un retablo del Siglo XVIII, y si a ti no te importa saber cómo se hacían las iglesias antes de la Revolución Francesa no tienes que entrar, pero si en Navidad te gustaría ver uno de los belenes más pintorescos que te puedas echar a la cara y en Semana Santa te gustaría ver como saca sus tronos en procesión una de las tres cofradías más antiguas de la ciudad no descartes esta esquina, pues este enlace entre el Ferrol medieval y el ilustrado es un punto neurálgico muy a tener en cuenta. Lo de delante es Capitanía, como te he dicho antes. No puedes entrar, porque no es visitable, pero puedes volver a recorrer los jardines de Herrera y contemplar el Arsenal, esa joya inexpugnable e inexpugnada que asombró a propios y extraños. Y ahora olvídate de lo que has visto antes, vas a entrar en un barrio del Siglo XVIII y sólo vas a mirar sus galerías, su trazado, sus calles trazadas con tiralíneas. Camina tranquilo por la calle Real, verás como algunos edificios resisten los embates del tiempo, queriendo dejar muestra del antiguo esplendor de la que fue en su momento la ciudad más importante de Galicia. El estado de abandono fue tal que la única metáfora posible de Ferrol es la de un campo de trigo que hay que plantar de nuevo. La magnitud de las obras es ingente, pero de un tiempo a esta parte no hemos parado de intentar sacar la luz de entre las sombras. Ya está, has llegado a Amboage, y has visto sus centenarias palmeras bordeando la calle Real. Solázate en sus edificios y si quieres rodea la plaza. Ahí arriba está el Tirso, una de las primeras obras de Ucha que verás (sí, ya sé que has visto la Casa Antón, pero es que hay muchas más sembrando de color la Magdalena) si continúas con tu rodeo verás el antiguo Hospicio, en obras actualmente para albergar algún inútil organismo que a nadie hace falta. No importa, tú no has venido a arreglar nada. Si has venido en un día soleado la plaza estará llena de niños y sus terrazas seguramente bien nutridas ¡No, aun no ha llegado el momento!... espera a estar más cansado, te sentará mejor el refrigerio. La tableta de chocolate que recorres fue cuna de gente bien diversa, como Franco o Canalejas. Encontrarás unas piedras por el suelo en las calles peatonales con citas relativas a Ferrol, tal vez la más hermosa aquella de Torrente: "Ferrol es una ciudad lógica encuadrada en una tierra mágica" que tanto nos gusta. Por la calle ves hombres y mujeres, más o menos atareados: Nosotros vemos nachos y nachas, que es como en Ferrol nos referimos a los otros. Vas a tener que llevar la vista arriba y dejarla descansar en las galerías y alegrarse en el modernismo que alegró nuestra última Belle epoque: El dispensario, el Casino, la Cocina Económica, la Pescadería, el Teatro Jofre, el Correo Gallego, el Hotel Suizo... pero también las casas Romero, Brañas, Antón... ah, claro, es que te creías que en Ferrol sólo había neoclásico e ilustración, ya ves que no es así. Ahora, siguiendo por cualquiera de sus calles, podrás ir de tiendas o de tapas, según tengas el día, pero no olvides dirigirte hacia el Cantón. En tu camino encontrarás pequeñas joyas, como el antiguo Gobierno Militar, el Edificio de Correos, la Puerta del Dique o el propio Cantón, que es la Alameda más antigua de Galicia. Escondidos tras sus frondas se encuentran el Museo Naval de Ferrol y EXPONAV, que es otro museo naval pero dedicado a la construcción. Seguro que te gusta verlos y entender mejor qué nos hizo así a los ferrolanos y qué nos hizo así a los españoles. No sé cuánto tiempo tienes, pero no lo dediques a muchas más cosas, acércate al Hospital de Caridad, seguro que te gusta y es posible que haya alguna exposición interesante. Si la mañana se está haciendo larga, entre el Cantón y el Callao -esa plaza que homenajea a don Casto Méndez-Nuñez- hay bares y terrazas en los que tomar una cerveza, y más adelante mesones en los que podrás tomar un vino más que bueno con unas tapas aun mejores, porque viajero, tú tal vez no lo sepas, pero los ferrolanos bebemos vino, porque cuando se hizo la ciudad vinimos primero los hombres, y ante tal aburrimiento desarrollamos nuestro olfato y nuestro gusto y tal afición al jugo del viñedo que hubo que construir un muelle nuevo porque el antiguo no podía dar entrada a tantos toneles. Relájate pues, querido amigo, bajo las frondosas copas de los árboles, y cuando termines regresa pensando en cuan vana es la gloria de los hombres y cuan efímeras sus obras. Puede que algún día una enorme mano sacuda el polvo a la ciudad, o tal vez no, pero mientras nuestro tesoro brille un poco no renunciaremos a nada. Nuestra Semana Santa y nuestra fiesta de las Pepitas -la víspera de San José- llenan nuestras calles de propios y extraños y devuelven algo de esplendor a nuestra decadencia, mientras tanto tenemos la Concatedral de San Julián, las Angustias, Dolores y el Carmen como puntos cardinales entre los cuales arrastraremos nuestros pasos. No dejes de ir,por último, a tomar nuestros frutos, ya sé que los has probado a la vista de los barcos, pero mientras dejas atrás el Arsenal, el Jofre a tu izquierda y Correos a tu derecha y te vuelves a internar en ese batiburrillo de calles paralelas, recuerda que el pulpo tiene unos primos que son los chipirones y los chocos, y que la zorza tiene un hermano que aquí se llama rajo y que hay más mariscos que días tiene un mes y una ternera que te va a recordar los guisos de tu abuela, por lo que te aseguro que no vas a tener problema por ese largo paseo, ahora te has ganado tu homenaje. Disfruta lo que puedas, que aun nos quedan etapas.

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