viernes, 7 de junio de 2013

¿Nos estamos volviendo...?

A veces me siento inquieto por las cosas que leo. Esta semana me sorprendo con las noticias de que si un menor se emborracha o si se quema al sol puede considerarse un delito de maltrato infantil cometido por sus progenitores. Yo recuerdo, como el señor Darling, haber sido niño alguna vez, y me parece recordar que he desatendido las indicaciones de mis padres en alguna que otra ocasión, incluso recuerdo haber bebido. Recuerdo en mi adolescencia, pero esto que nadie lo cuenta, pedirle a nuestros amigos mayores de edad (a veces un par de meses mayores que nosotros, pero ya cumplidos los diez y ocho) que compraran una botella de cerveza o diez, y también recuerdo quemarme la espalda. Me pregunto si podré pedir una indemnización a la administración, ahora que mi padre ha fallecido, por no velar por mi salud en aquellos terribles años ochenta en que murieron tantos jóvenes por efecto de las drogas. De ahí el título de este opúsculo, y mi educación no me permite finalizar la frase, pero dejo a la imaginación de los lectores el epíteto que quieran utilizar para definir el actual estado de las cosas. Yo personalmente, que soy padre, estoy acongojado, o algo que suena muy parecido... esta semana acaban de pedir pena de cárcel para unos padres cuyo hijo no asistía a la escuela, lo cual será seguramente mucho mejor para sus hijos -tener a sus padres en la cárcel- que el hecho de que se impongan unas medidas de control más creíbles, un seguimiento más real, apercibimientos de sanciones e incluso trabajos sociales para conmutar penas a aquellos padres que eludan sus responsabilidades. Lo siguiente es la castración química, que ahorraría mucho dinero en planificación familiar y paliaría los devastadores números del aborto. Y para finalizar mi reflexión, algo atropellada por cierto, recomendar una cosa a los articulistas de este ´bendito país: Dejen ya de escribir estupideces, porque una vez leído el titular resulta que nos encontramos con que es una opinión de un sociólogo, o de un dermatólogo o de un particular que, muchas veces, no tiene ni idea de una de las mayores verdades del ser humano, que no es otra que el hecho de que la voluntad y la libertad conllevan responsabilidad, y que a veces los niños desobedecen y se portan mal. Y por cierto, los menores de edad y los niños no son exactamente lo mismo, faltaría más (¿pero habrase visto cosa igual en un país que pretende que una niña pueda abortar sin consentimiento paterno y luego si se quema la espalda multen a su padre? Está bien, la palabra es gilipollas)

2 comentarios:

  1. Menos mal que al final ya lo has dicho tú y me has ahorrado el tener que decirlo yo...

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  2. Bueno, es que a veces las cosas toman una deriva preocupante; sólo faltaría que ahora el derecho penal lo promulgaran los dermatólogos.

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