miércoles, 29 de mayo de 2013

Herrera

- ¿Entonces habéis roto?
- Bueno, más bien lo hemos formalizado. Roto ya estaba hace tiempo.
- Pues lo siento. Creía que estabais hechos el uno para el otro.
- No sé que significa eso exactamente - Sacó un cigarro del bolsillo del anorak y lo encendió - Estar hechos el uno para el otro... mira, llegó un momento en que las cosas que me molestaban, o con las que no estaba de acuerdo, se las decía a mis compañeros del trabajo, o a vosotros. Ninguna relación puede soportar eso. Una verdadera pareja intenta arreglar las cosas entre los dos, no desahogándose con otros.
- Ya, pero lo pasabais bien juntos.
- Tu lo has dicho: Lo pasábamos, pero hace tiempo que no. Mi guitarra se convirtió en otra vez la guitarra, salir de copas en estoy muy cansada, las excursiones por la ría en mañana trabajo... ¿Acaso no te has dado cuenta de que ya no soy como antes?
- Ninguno somos como antes.
- Ya ¿Y los partidos de los sábados? ¿Y las barbacoas en la Estación Torpedista? ¿Y los baños en Chamoso? ¿Se acabó todo?
- ¿De quién hablas, tío, de ella, de vosotros o de ti?
- No lo sé, macho, no lo sé.
-Bueno ¿Y piensas hacer algo al respecto?
- Creo que me voy.
- ¿Que te vas? ¿Adonde te vas?
- No lo sé, quizá a Madrid. Lo estoy pensando.
- ¿A Madrid?¿Qué vas a hacer tú en Madrid? ¡Si tu eres más ferrolano que la plaza de Amboage!

Lo miró fijamente, sin decir nada. Después dirigió su mirada hacia el Arsenal, con sus modernas fragatas a un lado y las viejas al otro acumulando herrumbre.

- La vida es así. Hoy por hoy todo me recuerda demasiado a ella - Aspiró el humo con una larga calada - A veces hay que dar un paso, tío, no nos podemos quedar anclados en el pasado.

Tal vez la visión que se desplegaba ante sus ojos era una metáfora del cambio; los nuevos y pujantes proyectos de la marina llevándose los laureles y los viejos barcos ya amortizados, sin agradecimiento y con sólo el cariño de unos pocos.

- Te echaremos de menos.
- Y yo. A vosotros y a todo lo que dejo aquí.
- Anda, vayamos a tomar algo.
- Venga, pero un par de cañas y a casa.

Dejaron atrás los viejos jardines, con su decadente estado otoñal y sus hojas por el suelo. Una pareja se hacía confidencias en uno de los bancos más discretos. Un borracho apuraba una litrona "Compis ¿Me dais para un café? Sus cansados pasos los llevaron hacia la calle Real. Empezó a llover de nuevo.

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