miércoles, 10 de abril de 2013

En el pinar (III)

Regreso temeroso hacia mi coche
De la luz queda poco,
Aprieto el paso,
Recordando la tarde que he pasado.
“¡Quién tuviera un bastón
O una linterna!”
Escucho de los perros los ladridos
Un relincho, el mugido de una vaca.
Un coche ronronea
¿Será el mío?
No me importa, pues todos mis anhelos
Se centran en volver pronto a mi casa
Aunque no tenga a nadie a quien contarle
La fusión de los pinos con el cielo
Ni la sal confundida en la resina
Ni los golpes de un ave en la corteza
Que acompasan y van marcando el ritmo
De los hombres que corren,
De los niños.
¿Habrá alguien que me entienda?
¿Alguien lo siente?
Sentirlo como un todo ¿es algo mío?
¿Los que corren, los niños, el caballo
Sienten de la naturaleza el equilibrio?
Empieza a oler al fuego de las casas
Que jalonan el bosque.
Un estallido, tal vez alguien en moto.
¡No apaguéis el sonido de las olas!
¡No borréis de los cuervos el graznido!
Escucho una lechuza.
Y un arbusto cercano se remueve
¿Será el sabio tejón? ¿O será un zorro
En busca de una presa?
Un inquieto gruñido me avisa que molesto
Y acelero mis pasos;
“Ya me voy, ya me marcho.
Ya sé que no es mi sitio.
Regreso a la ciudad, a mi rutina
Pero aunque tengo que dejar atrás los pinos
Recordad una cosa:
Este sitio es tan vuestro como mío,
Yo también formo parte del sistema.
Porque yo aquí he llorado y he besado
 y he corrido,
He recogido setas, visto ardillas
Y el nido de un azor he conocido
La guarida de un zorro o de un conejo,
Y he recogido moras
Y de plantas y flores he aprendido.
Las zarzas llevan algo de mi sangre
Y algunas piedras me han despellejado
¿Creéis que soy un intruso?
Soy Doniños”

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