martes, 19 de marzo de 2013

Una mujer

       Una tarde de verano cualquiera, saliendo de Misa, me crucé a una mujer que conducía un coche. En el asiento del copiloto iba la que parecía ser su madre. Fue una visión fugaz, un pequeñísimo instante en el que vi su mirada. Reflejaba esa serena satisfacción de saber que todo está bien, que has llegado a un equilibrio en el que podrías mantenerte eternamente. Tal vez Juanito ha aprobado todas con buenas notas o Marta ha jugado un gran partido. Tal vez a Antonio, su marido, le hayan concedido un ascenso, o tal vez los empleados de su negocio le han hecho un gran regalo por ser una buena jefa. Tal vez sea una suma de muchas de esas cosas o sólo la satisfacción de devolver a su madre a casa tras un agradable día de playa. Sus ojos están rodeados de pequeñas arrugas, su pecho, otrora generoso, está ya algo caído, y su vientre ya no es plano, ni liso, ni firme, ni nada. Viste de forma sencilla, alcanzo a ver una falda oscura y un polo sin mangas. No hay un ápice de afectación en su persona, no va pintada, no lleva lazos, diademas o coletero. Sus cabellos están casi ordenados con alguna invisible horquilla y sólo unos discretos pendientes rompen la sobriedad que la rodea como un aura invisible. Hace tiempo que ha dejado atrás los cuarenta y ya ni las mechas ocultan unas canas rebeldes que se empeñan en mostrarse de forma cada vez más frecuente. Sin embargo, esa fugaz visión fue una pequeña epifanía para mí. Allí estaba ella, apenas un segundo, con esa media sonrisa de satisfacción total, transmitiendo esa sensación de que sí, vale, sólo me queda la segunda mitad, pero que me quiten lo bailao, y por un instante me olvidé de la crisis, de las guerras, de la corrupción y de los delitos, y la envidié de una forma sana. Me encantaría que mi cara transmitiera algún día la completa satisfacción que transmitía esa mujer. Me encantaría alcanzar la plenitud como ella parecía haber alcanzado. No recuerdo ningún rasgo de su cara ¿Tal vez el pelo castaño claro? Pero sé que la admiraré mientras la recuerde por llegar a transmitirme, sin quererlo, una absoluta y entera serenidad.

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