Muchísima gente considera que no tiene ninguna lógica la
separación de residuos. Hay gente que cree que las reservas naturales no son
necesarias. Muchísima más gente cree que la energía limpia es un gasto
innecesario y que jamás será rentable. Las cifras ahí están, pero también la
opinión de la calle. La administración está obligada a hacer una ejercicio de
pedagogía, de promoción, a hacer un estudio serio de los costes reales
contraponiéndolos a los beneficios inducidos, tanto económicos como sociales,
pues los beneficios sociales a la larga lo son también económicos, y viceversa. Es posible
que un aerogenerador sea feo y caro, y que contamine el paisaje, pero no lo es
menos que cada vez son mejores y hacen falta menos para producir más energía.
Si a eso unimos que hace tiempo que exportamos tecnologías limpias y que eso
redunda en menos importaciones de petróleo y menos contaminación la ecuación es
fácil. Con los espacios protegidos pasa algo similar, que cuando se gestionan
bien se convierten en fuentes de ingresos turísticos y las más de las veces en
yacimiento de productos ecológicos de diversa índole, que contribuyen no sólo a
generar empleos sino a fijar población en el medio rural. Lo realmente
sorprendente es el, al menos en apariencia, parón que se ha dado en el
reciclaje y en la reutilización de residuos sólidos urbanos. Entiendo que
primero haya que concienciar a la población mientras se construyen las plantas
de reciclaje, pero que tantos años después no se vea más que otro agujero donde
enterrar recursos, que no se generen esos materiales de segunda vida, que no
haya mejorado ostensiblemente la calidad de vida ni se hayan generado más
puestos de trabajo apunta a que los responsables de promover políticas
educativas, industriales y empresariales están descuidando alguna de las patas
de la silla. No importa, pagarán los contribuyentes, o sus hijos.
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