lunes, 10 de marzo de 2014

Restauración.

Tuve la suerte de conocer Salzburgo hace unos años y comparto con todos mis conocidos que la han visitado en que es una de las ciudades más bonitas del mundo; independientemente de lo hermoso de su trazado, emplazamiento o de la espectacularidad de sus monumentos lo que más llama la atención es su prodigioso estado de conservación.

En muchos de sus edificios hay pintadas dos fechas: La de su construcción y la de su restauración; llama la atención la cantidad de edificios de los siglos XIII y XIV en perfecto estado. Una de las cosas por las que creo que están así es porque se utilizan, y esto que puede parecer obvio no lo es tanto, y me explico: Sin tener ni idea de la legislación urbanística en Austria ni en la ciudad de los príncipes obispos sí se puede intuir algo a primera vista: Los usos de los edificios no están tan restringidos como aquí.

Palacios convertidos en galerías comerciales, edificios residenciales convertidos en comercios en su totalidad o en establecimientos hosteleros (y hoteleros, de todo hay), monumentos religiosos aprovechados como cervecerías... hacen que en el centro de la ciudad funcionen, por citar dos ejemplos claros, una tienda de navidad que ocupa todas las plantas de un edificio o una chocolatería que ocupa uno de los edificios más singulares de la ciudad.

La casa de Mozart es una tienda-museo y una abadía ha convertido su claustro principal y su refectorio en una cervecería donde se puede degustar comida típica, pero no sólo es eso. La norma es absolutamente restrictiva en lo que a la conservación de la fisionomía del edificio se refiere, y así te encuentras con que en su principal arteria comercial hay un Zara que ni escaparate tiene, porque el edificio que ocupa tenía las ventanas que tenían los edificios en la edad media en los sitios fríos y lluviosos.

El resultado es un conjunto armónico en el que nada está fuera de lugar y en el que no te extraña que el mercado sean unas casetas de madera que abren mañana y tarde y al que los vecinos acuden con sus cestas porque no dispensan bolsas de plástico. Si alguien quiere saber cómo es sale en Sonrisas y Lágrimas, y está tal cual (no con puestos provisionales de aluminio tapados con plástico transparente).

Y tal vez en todo esto estén las claves de los problemas de restauración en Galicia, especialmente en el barrio de Ferrol Vello. Si pensaramos que es más que posible que no toda la gente quiera vivir en edificios del Siglo XVIII sin ascensor, ni garaje ni otras comodidades de la vida moderna y permitiéramos que, sin modificar la esencia del edificio ni del conjunto, cualquier iniciativa fuera bienvenida tal vez lograríamos que se empezaran a repoblar nuestros barrios monumentales y no presentaran el lamentable aspecto que presentan hoy en día.

Y también ayudaría que nos quitáramos el complejo de que lo de fuera es mejor. Tenemos suficientes atractivos como para atraer tantos visitantes como otras ciudades de Europa, y en el momento en que seamos conscientes de ello y empecemos a potenciarlos es posible que nos convirtamos en un foco de atracción, y dejemos de ser una fuente de malas noticias.

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