sábado, 15 de marzo de 2014

La mar.

Mientras escribo estas letras siguen buscando a varios pescadores desaparecidos en el Cabo Peñas, gallegos de Muros algunos de ellos.

Este año parece que el Gran Azul ha decidido cobrarnos un duro peaje a los súbditos del reino de la lluvia, como empeñado en que no saquemos mucho la cabeza del hoyo no vaya a ser que nos lo creamos o algo así. Esta tierra es increíble, con esa cantidad de gente que va dejando huecos irellenables en nuestras almas y forjándonos como al granito que nos sirve de apoyo. ¿Recordáis las lágrimas cuando se hundió el Prestige? ¿Recordáis el desconsuelo cuando Djukic falló el penalti? ¿Recordáis los muertos de la BRILAT en Afganistán? Sí, a veces ni siquiera podemos con la congoja y las lágrimas brotan como un Atlántico más, o tal vez es que nuestro mar está hecho con las lágrimas de los gallegos.

Y es que menuda racha llevamos: El año en que Galicia se iba consolidando como una de las comunidades más cumplidoras y con mejor gestión se unen el accidente de Angrois, un invierno de los que hacen historia -por malo- y un montón de vidas sajadas en un momento nada conveniente; aunque nunca sea un buen momento para morir.

Me ha llenado de tristeza especialmente ese que un par de días antes había celebrado el tercer cumpleaños de su hija, que seguramente en poco tiempo olvidará el cálido abrazo paterno, el rascar mañanero de un beso de despedida o el salado sabor de los regresos.

Hay tantas y tantas veces que pienso que no nos merecemos esto, que somos gente noble y honrada, que sólo unos pocos nos desmerecen... que cada día abro la prensa esperando una noticia que no llega, un tren que no se acaba, un sol que no brilla.

Sólo espero que ahora esas harpías chillonas que aprovechan cualquier carroña para alimentar su discurso sepan mantener la decencia que necesitan todos esos huérfanos, esas viudas, esos amigos que ya no tomaran la acordada taza en el mismo bar. Esos padres que contendrán sus lágrimas sin un cuerpo que enterrar, sin un último adiós, sin nada.

Sé que estas letras ni siquiera van a contribuir a llenar ese vacío, pero espero que sirvan de pequeño y personal homenaje a aquellos que murieron tratando de ganarse el pan de forma honrada. Este es mi Padrenuestro y para ellos va.

Que Dios los guarde.


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