viernes, 3 de enero de 2014

Fin de la tregua

Harto, así es como me siento frecuentemente. No puedo soportar el pesimismo inactivo de todos aquellos que se empeñan en ver el lado oscuro de las cosas. Recientemente he estado en Ferrol, en mi Ítaca asolada y desolada por los embates de una reconversión que nunca acaba; mi estancia vacaional ha discurrido por los cauces habituales para los irreductibles ártabros del Noroeste: Comer, beber, celebrar la amistad y la familia: No necesitamos más y nunca lo hemos hecho.

Tal vez la visita de un especialmente virulento frente invernal ha hecho que la gente se muestre más pesimista de lo habitual, pero hasta hace bien poco no había vuelto ese frentismo ilógico de los que se empeñan en ver manos negras dnde no las hay. La industria naval está en crisis por muchos factores, y no es el menor de ellos la inoperancia y lo costoso de la mano de obra supuestamente cualificada de nuestra punta de lanza. Me sigo preguntando cómo pueden hinchar el pecho con tanta desvergüenza aquellos de los que siempre supimos que trabajaban poco y mal ¿La culpa del gobierno? Como siempre, y del Estado opresor ¿Quién lo duda? Porque todos recordamos como en los setenta y ochenta se botaba un barco al año y dos los bisiestos. El problema es de todos conocido, y es que la permanente subvención, sub-contratación y sub-acción consiguieron que en la ciudadanía se instalase una abulia que hizo que los comercios y la industria se enfocaran sólo a los suculentos contratos que ofrecían las enormes unidades militares de la comarca. ¿Para qué ibamos a diversificar o a tratar bien a la clientela? Era mucho más fácil repartir dádivas entre los encargados de los grandes contratos de servicios y suministros que tratar de realiar un trabajo bien hecho, y de esos lodos...

Ahora se ha vuelto a vender un barco a un país extranjero y se escuchan voces diciendo que es sólo la ingeniería, que no se van a cortar chapas, que las gradas seguirán vacías... pues que sigan: Necesitamos ingenieros y matemáticos, y físicos y delineantes, y informáticos y expertos en gestión de contratos. Hay que adaptarse a los nuevos tiempos y darse cuenta de que Astano tiene un veto a la construcción civil pública porque hizo competencia desleal, pero no tiene vetos a otro tipo de industrias, ni a la I+D+i, ni a alquilar sus terrenos, ni a hacer un polígono industrial -que tendría su propio puerto y al que no llega el tren por metros- ni a realizar cualquier otra actividad que complemente a las reparaciones y a los contratos de construcción o ingeniería que vayan llegando.

Y a los que dicen que la ciudad nunca estuvo peor me gustaría preguntarles cómo era antes esta ciudad; antes de la Universidad, del polígono de La Gándara, de los supermercados, de Río do Pozo, del auge del Puerto, de la llegada de las Escuelas de la Armada... ¿Para qué se usaban en los ochenta el Hospital de Caridad, Herrerías, el Gobierno Militar, el Hospicio? ¿Cuántos turistas venían que no lo hicieran por una Jura de bandera? ¿Cuántas piscinas, pabellones, pistas deportivas... usábamos? ¿Paseábamos por Caranza o las Casas Baratas de una forma segura? ¿Disfrutábamos del paseo marítimo o de unas playas con aparcamientos, socorristas y servicios? ¿Se podía comer algo que no fuera rajo, zorza y chipirones?

Claro que nadie va a visitar Exponav, ni la Ruta de la Construcción Naval, ni coge la Lancha para comer un pulpo en Mugardos, ni va a San Felipe a las visitas teatralizadas... porque lo fácil es quedarse en casa y criticar alegando que Ferrol es una porquería, que la quieren hundir, que no hay nada que hacer y que nadie sale ¿Pero es que nadie sale de la ciudad para darse cuenta de que en este país hay una crisis brutal que ha azotado toda nuestra geografía? ¿Pero es que nadie se acuerda de los drogadictos dispersados entre el muelle y Caranza atracando a todo el que se pusiera a tiro? ¿Pero es que nadie se da cuenta de como era Curuxeiras antiguamente sin la hostelería? ¿Pero es que nadie se acuerda del tráfico portuario que había hace unos años? ¿Pero es que nadie es capaz de ver que tenemos una ciudad con un campus, con un complejo hospitalario, con unos juzgados, con un puerto, con una estación de mercancías vacía?

Lo que hay que empezar es a sacudirse, como la vieja Vetusta de La Regenta y desperezarnos de ese incómodo sueño en el que estamos sumidos, proclamando en voz bien alta que estamos donde queremos estar y apoyando las iniciativas que sean de nuestro agrado y que sabemos pueden ser parte de la solución para el mañana. No lo olvidemos: No sólo no es que todo esté peor, sino que casi todo está mejor, y el que no quiera verlo o está ciego o tiene mala intención, simplemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario