miércoles, 4 de diciembre de 2013

Paseando Ferrol. Caranza, Canido y los ensanches.

Bienvenido viajero, me alegro de volver a tener noticias tuyas. Ya has conocido con cierta profundidad los tres barrios históricos de la ciudad. Sé que no te ha dado tiempo a verlo todo, pero te recomendaría que no te preocuparas en exceso: Casi nadie que haya tenido un buen guía por Ferrol ha dejado de volver cuando ha podido.

Ahora que va quedando poco de la ciudad no me gustaría que te fueras con la idea de que no hay nada "fuera de puertas", que es como en Ferrol se llama a lo que no está incluido en estos tres barrios que ya has conocido.

En la parte alta de la ciudad está Canido, don de estuvo una de las antiguas puertas de la ciudad. Desde su baluarte, perfectamente conservado, podrás gozar de unas vistas de la ensenada de la Malata que, dependiendo del momento en que vayas, te podrán proporcionar una gran serenidad o maravillar de como Dios modelo este prodigio de ría. Justo al lado está el San Rosendo, cuna de leyendas urbanas por estar construído encima del antiguo cementerio, al que conducía la llamada "Calle de los Muertos", que ahora se llama "de la Tierra". Si realmente en Ferrol quisiéramos celebrar Halloween deberíamos hacerlo entre el precioso chalet indiano de Canido y el San Rosendo, con sus leyendas de huesos encontrados en el recreo.

Podemos seguir por el barrio de Canido hacia poniente y nos encontraremos un barrio decadente y ruinoso ¿Que por qué tenemos que verlo? Pues porque en el encontrarás diversas interpretaciones de las Meninas de Velazquez en sus decrépitos muros y podrás esbozar una sonrisa ante la iniciativa ciudadana que pretende cambiar un barrio y devolverlo a la vida sin más ayuda que unas brochas, algo de pintura y mucha ilusión.

Si volviéramos atrás, hacia la antigua Puerta de Canido, encontraríamos lo que queda de los antiguos cuarteles del Ejército. En su parte alta está el Museo de la Sociedad Gallega de Historia Natural, con sus fósiles de cetáceos y su defensa de la fauna, la flora y el paisaje, y bajando por esa calle el baluarte que te queda por conocer, el del Príncipe.

Volviendo a la plaza de España, que todavía seguirá en obras, verás el comienzo de las "Casas Baratas", o barrio de Recimil, con su iglesia, su mercado, su colegio y su instituto, ejemplo de algo que no creo que volvamos a ver, y es que el Estado construya un barrio entero para los que no tienen dinero. Al final del mismo empieza la avenida de las Pías, con su réplica de la Puerta Nueva, que separa la ciudad de sus ensanches. Por aquí puedes callejear en torno a Ultramar y la plaza del Inferniño, que van cobrando vida cada día y guardan bares de los de siempre y mesones con propuestas más novedosas. Puedes volver a quedarte lleno de esas viandas gallegas, aunque arquitectónica y urbanísticamente no sean barrios de mucho interés poseen un comercio y una vida que muchas veces se echan de menos en el centro. Es el Ferrol de todos los días, el que ancheó la ciudad y el que, a decir de muchos, mantiene el pulso de una villa tan necesitada de él.

Si continúas por la avenida irás dejando Esteiro a la derecha y Ultramr y el Bertón a la izquierda. Has de entrar en Caranza, otrora barrio deprimido y hoy en expansión, con sus completos equipamientos escolares y deportivos y, sobre todo, con un paseo marítimo en el que jóvenes y no tanto cumplen sus ansias deportivas y los algo menos jóvenes con las prescripciones de una vida saludable. Entre sus frondas podrás ver la ría y llegarás a su ermita, pegada al  mar y rodeada de ese verde tan gallego. El barrio no hace más que cambiar, con su nueva iglesia, su nuevo auditorio, sus institutos, su Hospital, su playa, su pabellón y esperemos que algún día nuevo mercado que lo convierta en lo que geográficamente ya es: el espacio urbano más atractivo de la ciudad. No pocos pensamos que con el tiempo se irán derribando las casas sin valor y que ya nunca volverá a ser un barrio deprimido, más aun cuando se planea que en el Montón, donde el Puente de las Pías conecta las márgenes de la Ría, un gran parque que permitirá que el gran paseo en las treguas que dé la lluvia no tenga principio ni fin.

Si, viajero, ya sé que hasta ahora te había mostrado decadencia y ahora te enseño proyectos e ilusiones de futturo. Mis canas me muestran que algún día todo volverá a un curso más natural, y que esas grúas que ahora ves paradas en ambas márgenes de la lengua de agua volverán a moverse o se transmutarán en algo nuevo. Ese día harán falta todos estos espacios urbanos y hará falta conectarlos mejor y hacerlos más atractivos al paseo. Mientras tanto vuelve a la plaza de Ultramar y piensa en sus mesones que no hace tanto tiempo la ciudad tenía dos decenas más de habitantes y asombraba a propios y extraños con barcos que hacían empequeñecer a todo lo que se les acercaba.

Espero que aun te queden fuerzas para seguir acompañándome en este paseo, por que aun no hemos acabado, y es posible que aun quede algún tesoro que mostrarte.

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