lunes, 2 de septiembre de 2013

Lo que sabemos

Hay diferentes cosas que sabemos cuyo conocimiento no es necesariamente útil. Los conocimientos que atesoramos pueden ser perfectamente válidos y reales, haber tenido su utilidad, estar grabados en nuestra cabeza y no servir para nada: Antiguos números de cuenta corriente o contraseñas, la diferencia entre el BETA y el VHS, la matrícula del coche que tenía tu padre cuando eras pequeño, el número de teléfono de una antigua pareja... Estos conocimientos son reales, son relativos a cosas ciertas y son por completo inútiles. Hay otro tipo de conocimiento que nos molesta, que ocupa sitio en nuestra mente atormentándonos en ocasiones, incomodándonos otras y en ningún caso haciéndonos mejores: Confesiones más o menos perversas o secretos de terceros (o propios, que nadie es perfecto) cuya única utilidad es servir de alerta ante algo malo, pero que a veces ni para eso sirven por lo implanteables que son para nosotros. Hay un tercer conocimiento que nos mueve mucho más que son las cosas que, sin ser verdad, nos mueven a actuar de un modo u otro; aquí entran no sólo la religión, sino condicionantes morales y éticos, modales, normas de protocolo y cortesía... convenciones muchas de ellas que valen para ámbitos específicas y que para nosotros son verdad -sin ningún tipo de discusión- pero que son negadas por otros en su totalidad o parcialmente. Están ademas certezas que son directamente falsas, como pueden ser las que derivan de las relaciones personales o aquellas que hemos dado por ciertas sin plantearnos que pudieran ser erróneas, por ejemplo que la tierra es plana y muchos otros conocimientos pseudo-científicos. Con este preámbulo no quiero más que alertar acerca de verdades inmutables e indiscutibles que luego resultan no serlo tanto. Ayer me contaron que las armas químicas de Siria las han tirado los opositores al régimen para forzar la intervención internacional y así derrocar al dictador; hoy me contaron que el régimen ha utilizado las armas químicas para forzar una intervención occidental y así desestabilizar el orden mundial establecido. Ayer contaban que la gasolina subió por la crisis Siria; hoy leí que en Siria no se interviene porque no tiene petróleo... la verdad es la que es, y no siempre es bonita ni sirve a nuestros intereses, ni siempre nos hace más felices. Ni siquiera la prueba de que se han usado armas químicas en Siria demostrará la culpabilidad de su gobierno, y ya estamos descontando los efectos negativos y positivos de una intervención militar. La verdad es que los hombres a veces somos de tontos...

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