miércoles, 14 de agosto de 2013

Lo correcto

Escribo esto una tórrida tarde de verano, supongo que con media España en la playa, sin nocturnidad ni alevosía. Ahora que ya hay más cadenas de televisión y radio que antes, y que la prensa escrita se está acercando ya a lo unipersonal (véase este blog) creí que habíamos llegado ya al momento en que lo políticamente correcto fuera sustituido si no por la verdad al menos por lo correcto, máxime habida cuenta del prestigio que tiene actualmente lo político. Desgraciadamente no es así, y asisto día a día perplejo a expresiones derivadas de lineas de pensamiento absolutamente inexactas, por no decir falsas. Mientras intento terminar de leer una infumable novela que trata de explicar que los Reyes Católicos no eran sino unos infames gobernantes que sumieron a España en la pobreza económica y moral, proceso que colofona el autor con la injusta conquista de Granada me maravillo al pensar en cómo florecieron todas las artes y las ciencias en el siglo de oro y no en los países árabes, si estos eran tan superiores a nosotros. Me asombro al comprobar que la leyenda negra de España y el exterminio indio americano no sea contestado por los hechos constatables, pero sobre todo me indigno al ver que se defienda a una cultura que partiendo de Arabia conquistó todo lo que le permitieron sus armas y que se sigan enarbolando sus derechos históricos. Con Gibraltar, ahora que está tan de moda, pasa exactamente lo mismo; es lamentable comprobar como en el seno de una Europa abanderada de las libertades el Reino Unido mantenga una colonia en España en virtud de una cesión hecha durante la guerra de sucesión, incumpliendo el alcance territorial del tratado que la permitía y haciendo caso omiso a cuantas resoluciones internacionales se pongan en contra de sus reales deseos, pero es mucho más lamentable darse cuanta de que gran parte de los españoles consideran que debe ser así y que no pensar lo mismo es totalitarismo. También es sorprendente comprobar como se culpa al gobierno actual del paro cuando el anterior lo hizo crecer del ocho al veinticinco por ciento. Hoy leí como un médico defendía que los recortes en sanidad han hecho que la mortalidad suba en cinco mil personas al año y acto seguido sugerir que han muerto el dos por ciento de los ciudadanos (el dos por ciento de los españoles no es exactamente cinco mil, es casi un millón) por los recortes en el gasto farmacéutico. Pero lo sorprendente es que dice que son datos de Cáritas y que la gente muere porque no se puede comprar las medicinas. Otra de las verdades irrenunciables, aunque ahora se habla menos de ello, es la del porcentaje de población homosexual en España (se llegó a hablar de un treinta por ciento); otra el laicismo de este país (planteado no como definición del estado, sino como sentir mayoritario, y eso en un país en que más del setenta por ciento se declara católico) o los derechos de las llamadas nacionalidades (curiosamente casi las únicas regiones de España que nunca tuvieron entidad jurídica independiente fueron la vasca y la catalana) frente a los derechos de las personas, incluidas las que han nacido en esos territorios. El empecinamiento en que se puede coartar la libertad del individuo mediante inmersiones lingüísticas o políticas de normalización, el arte contemporáneo, el normalmente infumable cine español (autoproclamado mundo de la cultura independientemente de que la mayoría de los que actúan lo hacen por méritos estéticos)... hasta tal punto no nos acercamos a una visión más lógica del mundo que el otro día una periodista catalana defendía que Cataluña era tan España como España Cataluña, y ante las réplicas que le daba un torpe tertuliano acerca de la relación directa entre el grupo terrorista Terra Lliure -creo que se escribe así- y Esquerra Republicana contestó de forma airada "No sólo me ofende usted como catalana, me está ofendiendo como mujer", y claro, en esos momentos sigo pensando en que si existiera un índice para medir la estupidez colectiva en España sería, al menos, parejo a las cifras del paro que ha provocado Rajoy ¿Quién si no?

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