viernes, 28 de junio de 2013

Arde Galicia

Ya ha empezado la tragedia, y otra vez nos preguntamos ¿Pero quién quema los montes? Pues parece que mucha gente: Están los pirómanos, que lo hacen por una pulsión desordenada enfermiza, algún ganadero que quiere tener más pastos; el paisano al que le van a declarar -o le han declarado- una zona como protegida y siente hipotecado su futuro; algún maderero que quiere ahorrar en el desbroce; algún político que quiere recalificar terrenos; algún forofo que quiere dar caña a la oposición por su mala gestión; algún brigadista que no quiere que le dejen de contratar; algún despistado que se olvida de apagar una fogata o deja basura más o menos incendiaria; algún labriego que esta haciendo quemas para sembrar y pierde el control... y unos cuantos malnacidos que no entienden que el bosque, el monte o el paisaje son inversiones a largo plazo. Entre Ferrol y Ortigueira el cooperativismo ha conseguido importantes certificaciones que han hecho que el odiado eucaliptal tenga un valor añadido que antes no tenía. También hay zonas que se han convertido en polos de atracción económica por sus recursos agropecuarios o rurales en general. En otros sitios el espacio es el bien en sí mismo. Lo que queda claro es que, al igual que se queman las casas vacías de Ferrol Vello también se queman los montes incultos de Galicia. Con esto no quiero decir que se vayan a acabar los incendios si se aprovecha la totalidad del territorio, como no digo que no se quemen casas habitadas, pero hay que tener claro que fijando población en el rural, dotando a sus habitantes de servicios, empleos  y salarios dignos y de unas infraestructuras que al menos mitiguen su lejanía, se paliarán mucho los devastadores y vergonzantes efectos de esa epidemia estacional que nos visita todos los años. Como todo lo que pasa en este mundo, aquí también hay responsables.

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