jueves, 16 de mayo de 2013

La educación

A mi me educaron mis padres dándome cariño y mucho amor, eso es una parte de lo que soy y no puedo más que agradecerlo. No fue lo único que me dieron. En aquellos años a los niños también nos inculcaban otras cosas, como la responsabilidad. Como a tantos otros de mi generación me cayeron coscorrones, azotes y alguna merecida bofetada. No tengo un trauma, ni nada que se le parezca. Pero sí me gustaría recordar que la tele estaba restringida (¿Recordáis los rombos?) y que nos mandaban hacer los deberes, estudiar, ordenar y además nos decían lo que estaba mal o lo que estaba bien. Y a eso me quiero referir, aunque sea brevemente: En mi generación había cosas que eran malas, y nuestros padres nos lo decían. Recuerdo escuchar en casa que la comida no se tira, y jamás lo he hecho, porque me educaron en ello. También me enseñaron que leer es bueno, y me enseñaron que el dinero no importa, y me lo enseñaron con el ejemplo. En mi familia no teníamos "maquinitas", ni usábamos el teléfono libremente; tampoco teníamos paga ni nos compraban "chuches". Pero eso sí: Nosotros heredábamos la ropa y los zapatos se llevaban al remendón, pero puedo contar con los dedos de la mano de un manco las veces que mis padres cenaron fuera de casa en mi niñez. Hay cosas más importantes que el dinero, un buen coche o una casa en propiedad, y son los valores que transmitimos a nuestros hijos. Yo no voy a delegar la responsabilidad ni en un colegio, ni en una au-pair, ni en la televisión. Entre otras cosas porque mis creencias me recuerdan que el responsable de su educación soy yo. Ahora sal al parque más cercano y encontrarás un buen número de padres interactuando con el teléfono de última generación mientras sus hijos, a escasos metros, le quitan las patas a un bicho, tiran piedras a los pájaros, ensucian el suelo, comen bollos, se pelean y ante cualquier recriminación insultan al adulto que haya cometido la imprudencia de corregirlos, al que con suerte no se le exigirán explicaciones por parte de un padre al grito de "oiga, que el niño es hiperactivo" . Vamos, el guantazo que me habría llevado yo...

2 comentarios:

  1. Más razón que un santo... y no solo con este tema, con muchas de las entradas que he leído. No comento en todas por no cansar.

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    1. No cansas, Cuqui, faltaría más. Tampoco tengo tan claro que tengarazón, pero hay cosas que no me puedo guardar; en cualquier caso me encanta el debate, aunque sea sereno (me viene de familia)

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