lunes, 1 de abril de 2013

El amor

¿En qué se traduce el amor? Nos hemos cansado de escuchar altisonantes explicaciones acerca de no ver los defectos de los demás, de la entrega desinteresada, del permanente deseo de estar con la persona amada, de la necesidad que tenemos de estar con aquellos a los que amamos, de la renuncia a uno mismo en beneficio del otro, y luego nos damos cuenta de que aunque se cumplan estas premisas se repiten comportamientos negativos que van socavando los cimientos de cualquier relación. Aunque todo esto es cierto, pero se queda muchas veces en el plano teórico. Los demás tienen, igual que nosotros, defectos, los veamos o no los veamos. No deja de ser verdad que cuando los defectos son de aquellos que son objeto de nuestro amor nos molestan menos, pero  no lo es menos que su negación o justificación permanente tienen dos efectos negativos: el primero es el hartazgo que suelen llegar a generar, derivando más de una vez en la extinción del amor; el segundo está relacionado con el deseo o búsqueda del bien: Si no mostramos sus defectos a las personas amadas los haremos persistir en ellos. A nuestros hijos los queremos más que a nadie y tratamos permanentemente de corregirlos precisamente a causa del amor. Esto debe ser aplicado a todos aquellos a los que amamos. La entrega desinteresada también puede tener la misma vertiente negativa, puesto que su no correspondencia puede generar un sentimiento de rencor. El máximo exponente de este rencor es la negación de la Caridad por su aparente falta de correspondencia. Pese a que la entrega desinteresada al amado es necesaria necesita una correspondencia, como pasa en el caso del sentimiento religioso: Hacemos las cosas por amor a Dios, pero esperamos que se nos corresponda en esta u otra vida. La necesidad de estar con el otro se diluye a veces en la dependencia. Un niño pequeño siempre quiere estar con sus padres, un adolescente suele querer evitarlos, sin significar esto que los haya dejado de querer. La renuncia, al igual que pasa con todo lo anterior, puede provocar una negación de uno mismo negativa, anulando todo aquello de bueno que tiene cada ser humano. Con todo esto se podría concluir que el amor no existe como tal, que tan sólo es un acto egoísta. No es cierto. El amor es una mezcla de todo esto pero sobre todo es querer el bien para el objeto de nuestro amor. En un sentido práctico: Tratar de buscar la felicidad plena de aquel o aquellos a los que amamos, a través de un poco de todo lo anterior. Tratar de cambiar aquellas cosas que puedan molestar. Desear la plenitud del otro, a costa de la nuestra si es necesario. Para resumir en una sola frase: El amor no puede ser sino desear, sin envidias ni egoísmo, lo mejor a los demás. 

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