sábado, 30 de marzo de 2013

Ayuno

El Viernes Santo es jornada de ayuno y abstinencia. La verdad es que cientos de veces ha escuchado las mismas opiniones acerca de lo que conlleva la obligación de ayunar y comer carne en Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo para los católicos mayores de catorce años, pero la que más me convence es la que expresó hace muchos años un sacerdote en El Puerto de Santa María. Resumiendo su razonamiento separaba esta norma en dos aspectos fundamentales: el sacrificio y la obediencia. Más allá de la norma, que prescribe que sólo se podrá hacer una comida fuerte al día, pero que se permiten otras dos, el verdadero significado ha de buscarse en la penitencia. La Iglesia nos indica que, al que no le cueste abstenerse de carne, deberá hacerlo igual, significándose así como miembro de la Iglesia obediente a lo que manda Su magisterio. Las siempre repetidas frases de que el café no rompe el ayuno o que el vino no rompe el ayuno no son sino excusas para no sacrificarnos más de lo estrictamente ordenado. El café demedia mañana, la cerveza del aperitivo, unas pipas viendo la procesión... el caso es dar lo menos posible ante los dos únicos días del año en que se nos invita a conmemorar los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto. Sólo nos piden el primero y el último, y tratamos de escabullirnos y de engañarnos a nosotros mismos. Tal vez es más fácil que todo eso: Si no nos cuesta no es un sacrificio, y ante la ausencia de sacrificio no hay penitencia, que no ha de ser sino el arrepentimiento por haber pecado y el firme propósito de no pecar más. Ante la pregunta de qué debemos hacer una jornada de ayuno y abstinencia yo creo que no hay otra respuesta que obedecer el mandato de la Iglesia, prescindir de aquellos placeres que más vamos a echar de menos y adoptar una actitud de oración y reflexión ante los males del mundo, especialmente aquellos que nosotros provocamos.

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