miércoles, 24 de junio de 2015

Caesar

- ¿No eres capaz de entender que ya pasó todo?
- Nada ha pasado, siempre se me recordará.
- Nadie lo hará. Un líder no es el que demuestra a los demás que es el más fuerte, si no el que les hace ver hasta donde llegan sus fuerzas.

Lo miró con extrañeza y sus glaucos ojos dudaron por primera vez.

- ¿A qué te refieres?
- ¿Cuando te fuiste era todo mejor? ¿Tu huella tuvo continuidad o fue borrada como las que dajas en la playa con la marea baja?
- ¡Mucha gente después me dijo que había sido único!
- Sin duda; el mundo está lleno de aduladores, de polillas que se ciegan ante la luz y son capaces de abrasarse sin saber el porqué.
- Su respeto era sincero.
- No lo era, era obediencia, y terminó cuando te fuiste. La obediencia se debe y el respeto se gana, no deberías haberlo olvidado, y más bien hiciste lo contrario.
- Pero era un jefe querido y respetado.
- No lo eras: Eras temido y obedecido, buscabas la adulación y abusaste de los débiles en vez de protegerlos.

Sus ojos se humedecieron y por primera vez sintió unas ganas irresistibles de llorar, de buscar un hombro amigo, de sincerarse con alguien... pero a su alrededor todo estaba vacío. Ni siquiera sabía con quien hablaba, aunque su rostro le resultaba familiar.

- ¿Por qué has venido a decirme esto?
- Porque soy tu peor fracaso, el que más sufrió por tu causa.
- Y quieres venganza, claro.
- ¿Ves en mi rostro ánimo de revancha? ¿Me notas enfadado o con ánimo de lucha?
- No. Pareces tranquilo, sosegado... es como si no te debiera nada.
- Y no me debes nada. Hace tiempo que soy más de lo que tú probablemente seas nunca. Todo el sufrimiento que me causaste te hizo tanto mal como a mí bien, y ni siquiera pudiste darte cuenta de que era el mejor de tus hombres, el que más se esforzaba, el que más sufría, el que más dolor soportó.

El miedo asomó por fin a sus ojos.

- ¿Quién eres? ¿No te recuerdo?
- Tal vez recuerdes cuando le dijiste a mi madre que lamentabas lo ocurrido, a mí no creo que me llegaras a ver nunca.

Lo entendió, al fin, y entonces una ola de terror recorrió su cuerpo de arriba abajo.

- ¿Estoy muerto?
- Sólo una parte de ti, sólo el envoltorio en el que has sido una oruga. Se te dio la oportunidad de hacer grandes cosas y sólo la utilizaste para agrandar tu ego, para engordar tus ansias de grandeza, para ser el abusón de la clase mientras la vida te lo permitió. Nunca llegaste a comprender que entre los tuyos había muchos mejores que tú, nunca les dejaste expresarse y en cambio buscaste a aquellos que te reían las gracias, que te profesaban obediencia ciega.

Comprendió lo inevitable: Había muerto y había llegado el momento de saldar deudas con Dios y con los hombres.

- No tengo miedo. Soy capaz de enfrentarme a todos aquellos a los que causé algún perjuicio en vida.

Lo miró, impasible, y encogió ligeramente los hombros.

- No es  momento de bravuconadas. Tu recuerdo no llegaba ni a las tardes de esas jornadas interminables, ni a los sábados posteriores a tus tropelías. Ningún verano fuiste parte de los pensamientos de aquellos en quienes pretendías influir. Y hay algo que deberías entender ya desde el principio...
- ¿Que debo entender, dime, que es eso con lo que pretendes asustarme?
- No pretendo asustarte, pero  no eres capaz de enfrentarte ni a una ínfima parte de lo que se te viene encima. Vayámonos ya, te espera tu primer juicio, y a este juez no se le puede mentir ni hacer esperar, pronto lo entenderás.
- ¿Debo tener miedo, entonces?
- No se debe tener miedo ante la infinita misericordia. Él nos acoge en su seno tal como somos.
- ¿Y por qué, entonces has dicho que no puedo enfrentarme a lo que me espera?
- Porque serás tú el que recuerdes tus acciones y sientas sus consecuencias, nada más que por eso, y todo el poder que tuviste en vida sobre los demás lo sentirás como un todo, y el dolor, y el daño, las humillaciones, el sufrimiento... de ti depende soportarlo o no, ser capaz de sobrellevarlo o condenar a tu propia esencia al No.
- ¿Es posible que yo no...?
- El que todo lo puede es el único que entiende que todo es posible, yo no sabría explicarte el valor del amor, de la oración, de la amistad... Él hará que lo sientas y lo veas y todo será entre tú y Él.
- ¿Volveremos a vernos?
- No.
- ¿Entonces no iré a donde tú estás?
- No se trata de eso: Entonces no serás lo que ahora eres, por lo que nunca me volverás a ver.
- Entonces supongo que debo decirte adiós.
- No es necesario. Cuando seas esencia me recordarás.
- Hasta entonces, pues.
- Sólo una cosa más. Se me ha ordenado que te obligue a recordar mi cadáver desnudo en aquel baño.

Y entonces lloró y lloró hasta que sus ojos se quedaron sin lágrimas y la Voz entró en él y empezó la vida.

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