Y al final esto es así, otra vez:
Diferentes opciones políticas se muestran tolerantes ante la última tontería
independentista, incluso acusando al sistema de inmoral ante la condena a dos
terroristas; algún desgraciado decide quemar el Pindo, monte mitológico para
los pan-celtistas gallegos; el Lendoiro que se va, pero no dice cuando, porque
tiene a toda su familia viviendo del dinero del Deportivo; Pescanova que se
hunde con sus barcos a flote; Caixanova que se vende a unos americanos mientras
sus antiguos dirigentes disfrutan de sus millonarios finiquitos; el naval español
que no consigue encargos mientras se construyen más barcos que nunca en la
historia mundial; a mí que se me pierde el boli y a una amiga mía que nada
menos que se le rompió una uña. Cambiemos el discurso: Ayer atracó un crucero
con tres mil personas en el Muelle de Ferrol, hacía buen tiempo; ha bajado la
prima de riesgo; Márquez ha volado con su Honda;
mi sobrina ha dado sus primeros pasos; Nadal no ha querido que nadie le flete
un jet privado; he encontrado unas fotos de cuando éramos pequeños que son la
mar de graciosas… ¿Pero es qué la gente tiene algún tipo de aversión a la
felicidad? Todos los días pasan cosas admirables a nuestro alrededor, aunque
haga un día gris o un sol abrasador. Lo que diferencia a los optimistas de los
pesimistas es la manera de enfocar las circunstancias de la vida. A todos nos
pasan cosas malas, buenas y regulares, pero hay gente que tiene la manía de
estar siempre regodeándose en sus tristezas y penurias. Los días de Christmas Party, que según mi hermana es
cuando le quieres partir a alguien la crisma, o los mierdes, que son unos días de la semana en que todo sale mal y
suelen empezar con algo tan terrible como que el despertador se cae al suelo o
que tengo unas ojeras horrorosas y que suelen ir seguidos de que leche, zumo,
café y pan se van acabando sucesivamente amparados por su santo patrón
(Sanseacabó); traición a la que se suelen unir la bombona de butano y el
tabaco, que hacen cómplices a la máquina de café del trabajo y al tendero de la
esquina, ambos carentes de monedas, al estanquero, que no tiene Lucky, y hasta
al coche, que se ha quedado sin gasolina… bien: todos sabemos de qué días
hablo, y a cualquiera le van minando en su disposición para afrontar los
pequeños retos diarios; bueno, pues con eso y con todo hay gente que vive con
una sonrisa y con un buenos días y
que lee en el periódico que van a cambiar por fin las baldosas de su calle y se
alegra. Ese es el espíritu, y no otro. Llegado el día en que unos y otros nos
provocan arcadas, que sentimos angustia ante las cifras estratosféricas del
fichaje de un futbolista, que nos enteramos del fichaje estrella del político
que ha destrozado todo aquello que gestionó por una de las empresas a las que
adjudico contratos mil-millonarios… sólo nos queda dejar pasar el rato
observando el cortejo de un palomo a su paloma, relajarnos con el ruido de las
olas, disfrutar de unas cañas con nuestro grupo de allegados y acostarnos con
el ánimo de que al final todo cambiará a mejor. Porque en el mundo hay muchas
cosas buenas, y muy cerca de nosotros.
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