miércoles, 4 de septiembre de 2013

Paseando Ferrol. Esteiro.

No recuerdo bien dónde te dejé la última vez, mi querido viajero, pero creo recordar que fue en la Magdalena, dime una cosa ¿Has dormido en el Suizo? Bien hecho, no puede haber nada más bonito que dormir en una de esas pequeñas aportaciones del modernismo ferrolano. Te recomiendo que desayunes en Stollen, en la Bola de Oro o en otra cualquiera de las cafeterías de Ferrol. Si quieres incluso vete a la plaza de España, y si aun no la han volado, desayuna en el Avenida. Preguntas, viajero, que por qué iban a volarla; no te lo reprocho ¿Quién sabe la historia de un pueblo ajeno? Esa explanada en obras permanentes acogió la entrada al Ferrol amurallado, del que sólo quedan parte de los baluartes y una puerta escondida. Ahí estaba la Puerta Nueva y se acababa la ciudad y empezaba lo de puertas afuera, pero hoy no vas a conocer eso. Cuando salgas del Avenida limpiándote el aceite de esos magníficos churros gira a la izquierda, pegado a ese barrio que tiene pinta de obrero. Puedes ir haciéndote a la idea de que es un barrio obrero, de esos que si se conservan dan espíritu a una ciudad, con su iglesia, su mercado, su colegio, su instituto... hoy sólo nos importa porque es una manera de llegar a nuestro destino. Cuando acabes esa calle -Avenida de Vigo, qué gran nombre para tan exigua vía- te encontrarás una estatua de un hombre que, a modo de moderno Colón, señala con su índice hacia un punto: Es González-Llanos, figura clave en el impulso a esa tan llorada construcción naval civil a mediados del Siglo XX. A tus lados sí hay una avenida con cierto empaque: Es la avenida de Esteiro, viajero, porque ahí es donde has llegado. No te dejes engañar por su apariencia moderna, porque guarda algunas de las edificaciones más añejas de la ciudad. A tu izquierda ves la iglesia del Pilar y lo que un día será una guardería que el maestro del textil ha querido regalarnos. A tu derecha ves la avenida que vuelve a los viejos arsenales. Vamos a recorrerla un poco en sentido contrario, hasta esa rotonda que tiene un enorme diapasón. Bien, ahí tienes a la Escuela Antonio de Escaño, donde se especializan los componentes de nuestra gloriosa marina de guerra. Antes de eso fue una cárcel militar, y muchas otras cosas, pero lo importante para mí es que sepas que ahí estaba el estuario, el estero, el esteiro que da nombre al barrio, porque debajo de ti hay un riachuelo al que le debía dar vergüenza que lo vieran, pero que yo recuerdo en mi niñez perlado de ruidosas gaviotas y rodeado de un enclave gitano. Esos tiempos están lejos y no voy a hablar de ellos, pero sé consciente de que la ciudad acababa ahí y que los astilleros estaban también en ese trozo de costa. Rodea esa verja y lo comprobarás... exacto: Esa es la antigua puerta del Astillero, y el cuartel que ves ahí cerca es el de los Dolores, que tanto forma parte de nuestra Historia que es incomprensible que no sea uno de los edificios más queridos de España, porque sus bravos infantes de marina expulsaron a los ingleses en su año de fundación y muy poco después echaron a los franceses hasta su propio país. Puedes entrar y algún uniformado te acompañará a la Puerta de Fontelonga, que fue la puerta marítima de la ciudad. Lamentablemente el mar ya no la besa, pero ahí tienes el vestigio de esa extraña época en la que aquí casi sólo había hombres; rudos constructores, veleros, picapedreros y carpinteros de ribera que mitigaban sus horas de aburrimiento con los caldos que entraban por Curuxeiras, el muelle que viste el primer día. Un día dicho muelle ya no soportó tanto tráfico y los vinateros costearon otros dos muelles en Esteiro, que son éste y el de San Fernando, que también pasó a mejor vida. Bueno, no perdamos tiempo en lamentaciones estériles, que tal vez un buen día todo cambie. Delante del Quartel, que así está escrito, callejea y contempla o imagina las glorias ya pasadas de esas calles. Ese edificio viejo que te encuentras, la Casa del Patín, es biblioteca de la Universidad, que está delante. El patín es tan solo la escalera lateral, que ahora mismo no lleva a ningún sitio. La Universidad es el antiguo hospital que la marina tenía en la ciudad. Después de un tiempo de abandono en el inmueble se retomó la búsqueda de la salud, aunque esta vez de la salud del alma. Es un campus pequeño, pero tiene unos jardines con bellas especies que son un remanso de paz. Depende de cuándo vayas te encontrarás a los futuros ingenieros, humanistas, enfermeros... quién sabe, tal vez un Canalejas, una nueva Concepción Arenal, un moderno Torrente Ballester... Ferrol es cantera inagotable de gente que se va, no te sorprendas. En fin, regresemos a la avenida, y disfruta de sus sombras y terrazas. Si quieres para a tomar una cerveza, pero ya casi hemos acabado. Esa pequeña iglesia es el Santuario de las Angustias, igual que ese otro que has visto cerrado más arriba. Quiero que lo veas porque en él hay una urna que el Sábado Santo recoge fondos para la Caridad del hospital que lleva su nombre y que nos muestra cada año un pequeño milagro. Si en Ferrol Vello su cofradía más típica es la Orden Tercera y en la Magdalena es Dolores aquí no se quedan atrás y tienen la de las Angustias. Has de notar, viajero, que los tres barrios antiguos de la ciudad, tienen sus propias devociones, como corresponde a la gente de bien. Y ahora ya puedes salir, te dejo libre. Enfrente tienes las viejas Herrerías, donde están esos dos museos navales que tan bien se complementan, piérdete entre las sombras del Cantón, contempla sus estatuas, sus árboles, sus flores y vaga lentamente... todavía quedan muchas cosas que no te esperabas, pero no las verás hoy. Estoy cansado y no quiero servirte más de guía. Enfrenta Pardobajo sin llegar al Callao y en cualquiera de sus tascas prosigue tus estudios culinarios. Mañana será otro día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario