lunes, 15 de abril de 2013

Ciudad Soñada. Participando

                En Ciudad Soñada pasaba lo mismo que en todas las ciudades: la gente se quejaba mucho. Sus mandatarios trataban las más de las veces de hacer las cosas bien, pero siempre había opiniones encontradas, partes interesadas y algún representante más dado que otros a caer en tentaciones económicas, de poder o simplemente faraónicas. Aunque les costó mucho decidir el cómo un día se dieron cuenta de que había que acortar los tiempos entre plebiscitos, ya que muchas veces ni la buena intención lograba que se cumplieran los programas electorales. Decidieron que los ciudadanos pudieran votar acerca de cualquier proyecto, para lo que nombraron a un funcionario que se encargaría de recoger todas las sugerencias de la ciudadanía en general. Fue desastroso; la mayor parte del tiempo lo pasaba dilucidando cuáles de las sugerencias estaban relacionadas, incluso informando de cosas opuestas. Al cabo contrataron a un informático y a un sociólogo: Habían decidido que la red era el método adecuado. Con la ayuda de los colegios, de las operadoras y de la universidad realizaron una gran encuesta acerca del grado de cobertura de los servicios en línea. La mayoría de la gente, especialmente la de edad avanzada, no tenía acceso a Internet ni intención de tenerlo en ningún momento. Se decidió, no obstante, crear una página en la que todo el que quisiera pudiera expresar su opinión. Se asignó a cada uno de los ciudadanos mayores de edad una clave de acceso al servicio de opinión municipal, al que accedían con su número de empadronamiento. El programa posibilitaba que cada usuario sólo pudiera votar un tema una vez, recordando sólo que ya lo había hecho, no qué respuesta había dado. Así se preservaría el anonimato. Asimismo existía un buzón de sugerencias accesible a todos los usuarios, en el que podían expresar su opinión o inquietud acerca de cualquier problema. Esto se uniría a que, en la misma página, se hacían públicos todos los datos de las contrataciones que hiciera el consistorio, para evitar que ningún tema fuera silenciado. Al principio casi nadie votaba, por lo que hubo que gastar mucho tiempo y dinero en informar a la población. Después se habilitaron puntos municipales gratuitos para posibilitar el voto de los ciudadanos. El medio fueron los cajeros de los bancos. Después de mucho negociar y de alguna cesión todos los bancos accedieron a que sus clientes pudieran acceder a la red de una forma segura. El software lo pagó el ayuntamiento y la banca acabó pidiendo permiso para utilizarlo. También se habilitaron puntos de entrada en todos los edificios municipales y se realizó un buzoneo con las instrucciones para acceder a tan moderno medio de plebiscito. Al ser un sistema totalmente novedoso la sucesión de acontecimientos fue la siguiente: Primero no participaba casi nadie, después grupos políticos o de presión votaban de forma masiva, consiguiendo dar una visión tergiversada de la opinión ciudadana. El pleno aprobó, tras muchas discusiones, que ninguna propuesta sería vinculante con menos de una tercera parte de los votos totales que se pudieran emitir. Si bien los porcentajes fueron cambiando la mentalidad de la gente fue despertando poco a poco, y la participación fue creciendo paulatinamente. Después se decidió que los temas más votados irían siempre a pleno, y se decidió establecer un código de importancia para cada tema. En la página de entrada se podía votar en cualquier momento cuáles eran las preocupaciones de cada uno. Era un sistema de listas abiertas en las que se puntuaba, de uno a diez, las máximas preocupaciones personales. Desde el primer momento, basándose en las clasificaciones deportivas, las tres primeras se marcaban en rojo, las cuatro siguientes en amarillo y las tres siguientes  en verde. Todos los representantes políticos empezaron a darse cuenta de que debían convertirse en mejores gestores y no empeñarse tanto en crear opiniones. Para posibilitar el acceso a la información cada partido con representación tenía una pestaña con sus sugerencias a las que cualquiera podía acceder y votar a favor o en contra. Hoy, en Ciudad Soñada, las elecciones no generan crispación. Casi tres cuartas partes de la población votan habitualmente, aunque hay que reconocer que cada vez hay menos temas de discusión. Han exportado el proyecto y han sido premiados por diversas instituciones. La crispación es mínima, y sólo se da en casos muy puntuales. Todo ha mejorado, porque el pueblo es el que decide qué es lo que es importante y que no. Alguna vez un mandatario ha decidido ignorar la opinión de los ciudadanos, aunque sería más correcto decir ex-mandatarios: La gente ha dejado de comportarse como borregos, la ciudad es suya y ellos son los que deciden.

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