sábado, 23 de marzo de 2013

La Semana Santa de Ferrol (y II)

La Torre Eiffel no necesita ser Patrimonio de la Humanidad para ser visitada, ni los sanfermines de Pamplona. Ambos están grabados a fuego en nuestras retinas y sabemos lo que son antes de que nadie nos dé la segunda pista. Una imagen de la famosa torre significa Francia, Paría, el amor, la gastronomía… un corredor con un periódico significa España, Fiesta, pasión, desenfreno; ¿Existe, tan solo a nivel gallego, un sentimiento que relacione la imagen de la tan venerada por los ferrolanos Virgen de Dolores con la religiosidad, el recogimiento, con la fe, con Ferrol…? Estamos en el inicio de un camino en el que nuestros mayores nos acompañaron de la mano mostrándonos la senda a seguir. Tal vez hayamos superado la adolescencia y hayamos alcanzado la madurez, pero no hemos llegado al cenit, no existe la plena identificación del gallego con la que puede ser, tal vez, la muestra más clara de los orígenes de una ciudad como es Ferrol, hija de tantas madres por su naturaleza de ciudad militar y que ha bebido de tantas fuentes por el carácter viajero de sus vecinos. Si en realidad Ferrol y su Semana Santa están tan íntimamente ligados como su costa y sus castillos, ha llegado la hora de que todos los gallegos se enteren de lo que tienen, de que asistan a las celebraciones, de que nuestros “mandatarios” participen. Aunque tal vez, probablemente, se nos han subido los humos y creemos que nuestra Pasión equivale al San Froilán, a los Fuegos del Apóstol o al San Juan de La Coruña cuando ni tan siquiera veremos una portada en La Voz de Galicia, El Correo Gallego o El Faro de Vigo que cuente a todos los gallegos que en esa esquina perdida del Norte, donde a veces hacen barcos y otras huelgas, existe algo único que también les pertenece a ellos.

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